Dieciséis días contra la violencia de género
Una de las frases más vigentes en las movilizaciones feministas pertenece a la poeta estadounidense, Emily Dickinson, quien con justa razón señalaba que “ignoramos nuestra verdadera estatura hasta que nos ponemos en pie”. En un par de semanas conmemoraremos el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres el 25 de noviembre. Esta fecha también marca el inicio de la campaña global “16 días de activismo en contra de la violencia de género” que culminan, justamente, el 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos.
La célebre campaña, iniciada en 1991 por activistas del Instituto para el Liderazgo Global, fue retomada en 2008 por las Naciones Unidas con el fin no solo de reafirmar el compromiso de individuos y organizaciones de todo el mundo en la lucha contra la violencia de género, sino de generar empatía y movilizar a la sociedad civil, gobiernos, sector privado y personas particulares en favor de las activistas que se han levantado para trabajar, prevenir y acabar con la violencia contra mujeres y niñas.
Desgraciadamente, la violencia de género sigue siendo uno de los principales problemas en nuestra sociedad. Datos oficiales del INEGI señalan que, en 2021, del total de mujeres a nivel nacional, 70.1% manifestaron haber experimentado al menos un incidente de violencia en los ámbitos psicológico, económico, patrimonial, físico, sexual o de discriminación. La misma fuente señala que la de carácter psicológico es la violencia con mayor prevalencia (51.6 %), seguida de la violencia sexual (49.7 %), física (34.7 %) y económica, patrimonial y/o por discriminación (27.4 %).
Por ello, uno de los primeros pasos en los que debemos insistir desde las diversas instituciones del Estado mexicano, es la necesidad de identificar la violencia de género como mecanismo inmediato de prevención. Esto implica qur cualquier miembro de nuestra sociedad deje de normalizar, tanto en el ámbito público, como laboral, familiar o de pareja, estereotipos, burlas, agresiones verbales, amenazas o, en el peor de los casos, ataques a la integridad física de las mujeres. Reconocer las conductas violentas es el primer paso para evitarlas, atenderlas y sancionarlas.
El Instituto Electoral del Estado de México (IEEM) ha preparado de manera recurrente diversos documentos para orientar a la ciudadanía en esta materia. Destaca en este sentido la “Guía sobre la prevención y atención de la violencia política contra las mujeres en razón de género del Instituto Electoral del Estado de México”, así como la “Guía para la identificación y atención de la violencia política contra las mujeres en razón de género a través de las tecnologías de la información y comunicación”. Estos materiales están al alcance de todo el público en el portal y las redes sociales del IEEM.
Debemos recordar que el objetivo de los 16 días de activismo en contra de la violencia de género es fortalecer y generar nuevos canales de diálogo entre ciudadanía, activistas y personas servidoras públicas, innovar en materia de políticas públicas para atender la violencia de género bajo nuevos enfoques y concientizar a las personas para identificar, prevenir y atender este problema en todos los ámbitos. En este mes naranja, se trata de que todas y todos nos asumamos como activistas por la igualdad y el respeto de los derechos de las mujeres.
Tiempo de mujeres
Esta semana ha sido histórica para las mujeres mexicanas. El pasado 1º de octubre una mujer asumió, por primera vez, el cargo de representación política más importante de nuestro país: la Presidencia de la República. En el mismo sentido, tres mujeres asumen estos días el Poder Ejecutivo en Guanajuato, Morelos y la Ciudad de México. Al final del año tendremos 13 gobernadoras en la República, cuando asuma también la titular del Poder Ejecutivo de Veracruz, con lo que alcanzaremos el máximo número de mujeres gobernadoras hasta hoy.
En el Estado de México el avance de las mujeres también es patente. Esta semana se integraron tres nuevas consejeras al Instituto Electoral del Estado de México (IEEM), con lo cual el Consejo General del IEEM quedó compuesto en su totalidad por mujeres, convirtiéndose en el primer Organismo Público Local Electoral del país en hacerlo.
Detrás de estos avances se encuentra un cambio de paradigma sustentado, sobre todo, en las reformas en materia de paridad sustantiva. Como señala la Dra. Leticia Bonifaz, la paridad significa igualdad plena y, por ello, no representa una medida compensatoria o transitoria, ni una “cuota” que deba cumplirse. Justamente, la reforma constitucional de 2014, que incluyó el principio de paridad, buscó superar la larga etapa en la que los partidos políticos tenían que cumplir con determinadas cuotas de género en la postulación de sus candidaturas, para que en adelante mujeres y hombres fueran postulados en condiciones igualitarias.
Pese a algunas impugnaciones, la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación respaldó el sentido de esta reforma al determinar que el principio de paridad era de observancia obligatoria para los partidos políticos en todos los órdenes de gobierno. Desde entonces la paridad no ha conseguido sino extenderse. En 2019, una nueva reforma constitucional determinó que la paridad de género debía observarse también en la integración de los tres Poderes de la Unión, lo mismo para los estados y los municipios.
Debemos celebrar la llegada de más mujeres a cargos de decisión pública, pues una sociedad democrática no puede entenderse a cabalidad sin la inclusión de todas y todos sus integrantes. Sin embargo, el objetivo último no debe quedarse en la representatividad de los géneros. Es necesario convertir la presencia pública de las mujeres en un elemento de cambio para imprimir un nuevo liderazgo político que priorice el diálogo sobre la imposición de ideas, que promueva la horizontalidad en la toma de decisiones y que impulse temas de inclusión y empoderamiento de grupos históricamente discriminados que han permanecido relegados en la agenda pública.
Un buen paso en este sentido ha sido la primera reforma constitucional enviada al Congreso por la presidenta Claudia Sheinbaum. Se trata de un paquete de reformas en favor de la igualdad salarial, el fortalecimiento a la protección de las mujeres frente a las violencias y la obligatoriedad de la paridad en cargos de la Administración Pública, entre otras.
Es el tiempo de las mujeres mexicanas. No se trata de un techo al cual llegamos, sino de un nuevo piso a partir del cual debemos seguir avanzando. Quedan por resolver retos tan urgentes como importantes en la agenda de género. Es tiempo de tomar decisiones como mujeres para garantizar que nuestras instituciones doten de mejores horizontes de desarrollo personal, familiar y profesional a las mexicanas de las nuevas generaciones.
2024: El ciclo electoral en Europa
Aunque algunas voces aseguran que el avance de la extrema derecha en Europa es solo una “falsa alarma”, lo cierto es que 2024 terminará como el año en que estas fuerzas irrumpieron con mayor claridad en el escenario político. No lo hicieron por vías extralegales. Como señalan Steven Levitsky y Daniel Ziblatt en su multicitada obra “¿Cómo mueren las democracias?”, pese a su discurso anti-sistémico, los movimientos antidemocráticos contemporáneos han encontrado bases de apoyo acudiendo a las urnas.
Lo que ha sucedido este año en el Viejo Continente debe llamarnos a una seria reflexión. En los últimos procesos electorales la ultraderecha ha acumulado victorias. Si en Italia y Hungría ya gobernaban directamente, los partidos ultras han ganado terreno hasta convertirse, en ocasiones, en las primeras fuerzas de oposición. No se trata de países periféricos o víctimas de los más recientes choques financieros, como Grecia. La ultraderecha, con una agenda abiertamente intolerante, antifeminista, antidemocrática y xenófoba, ha ganado adeptos en Francia, Países Bajos o Finlandia.
En principio, se trata de naciones con algunos de los mejores índices de desarrollo humano e instituciones democráticas consolidadas, así como menores tasas de desigualdad y pobreza. ¿Por qué, entonces, la democracia ha perdido sus bases de apoyo? ¿Se trata de un fenómeno pasajero, producto del hartazgo ciudadano hacia las formaciones políticas tradicionales, o una señal de algo más profundo?
La primera señal se dio en 2022 con el triunfo de Giorgia Meloni, candidata de la alianza ultraderechista italiana. Su lema “Dios, patria y familia” anunciaba el camino que seguiría su política: además de la defensa de la familia tradicional italiana, la hoy primera ministra se ha lanzado en contra de la migración, los derechos de las mujeres y de las minorías sexuales, así como a favor de la penalización del aborto. Paradójicamente los beneficiarios del hartazgo político han vuelto a colocar en la mesa propuestas de antaño, que algunas personas creíamos superadas.
Ciertamente persiste un amplio rechazo a estas agendas entre el electorado de las principales urbes de Europa. Pero las propuestas ultraconservadoras han anidado con éxito en las zonas provinciales, más cercanas al entorno rural y a los valores tradicionales. Es allí, en las periferias de las urbes globales, donde los problemas económicos y sociales se han agudizado, ocasionando que el electorado se vuelque hacia alternativas políticas, generalmente populistas.
Recientemente Austria y Alemania se sumaron a las naciones que experimentaron un corrimiento hacia la extrema derecha. Apenas el 30 de septiembre pasado, el Partido Liberal de Austria se convirtió en el primer partido de extrema derecha en ganar las elecciones parlamentarias desde la Segunda Guerra Mundial. Semanas atrás, Alternativa para Alemania hizo lo mismo en el Parlamento del estado federado de Turingia.
Ninguna nación, por mejor educada que esté, tiene la vacuna contra el autoritarismo. La defensa de las libertades, los derechos humanos y los contrapesos al poder exige una actitud crítica y responsable por parte de la ciudadanía hacia sus autoridades de todos los órdenes de gobierno. Este nuevo ciclo político que iniciamos en México es momento propicio para entender las lecciones que la realidad de otras latitudes nos está mostrando.
Elecciones en EU: repercusiones para la democracia
En julio pasado, a poco más de tres meses de las elecciones presidenciales, la carrera electoral en Estados Unidos se salió del guion. Lo que parecía una contienda predecible, anticipable y penosa para el Partido Demócrata, dio un giro tan esperado por buena parte de la ciudadanía estadounidense cuando el presidente Joe Biden confirmó que retiraría su candidatura “por el bien de su partido y del país”.
En lo que ha sido calificado como la mejor decisión del Partido Demócrata, la vicepresidenta en funciones, Kamala Harris, fue la encargada de tomar la batuta y de presentarse como la segunda candidata presidencial en la historia del Partido Demócrata. Será ella quien, en noviembre próximo, encare en la boleta electoral al expresidente republicano Donald Trump.
Kamala Harris se presenta no solo ante el electorado estadounidense, sino ante la opinión pública global como una mujer sólida, con una notable carrera profesional y un carisma que ha sorprendido. Abogada de profesión, Kamala Harris se ha desempeñado principalmente como fiscal de distrito y fiscal general en su estado natal, California. También conoce a fondo el trabajo legislativo, gracias a su paso por el Senado y a su nombramiento más reciente como vicepresidenta de Estados Unidos. A lo largo de su trayectoria, Harris se ha presentado consistentemente como una mujer progresista, creyente de las instituciones democráticas, defensora de las libertades individuales y de los derechos de las minorías.
Su historia de vida está marcada bajo estas coordenadas. Hija de inmigrantes de ascendencia india y jamaicana, sus padres participaron activamente en el movimiento por los derechos civiles de la comunidad afroamericana en Estados Unidos en la década de los sesenta. Ella misma ha manifestado abiertamente ser promotora de los derechos de las mujeres, de la legalización del aborto, de los derechos de las comunidades inmigrantes y de las minorías sexuales. Se trata de una heredera de la mejor tradición progresista estadounidense.
Por esa razón, el electorado del país vecino deberá mirarse al espejo una vez más y decidir qué tipo de nación desean construir en el siglo XXI. Una de tipo chauvinista, autoritaria, machista y nativista. U otra más progresista, dialogante y abierta a los cambios políticos, sociales y económicos de la segunda década del milenio. No se trata de una decisión sencilla o pronosticable. Prácticamente todas las encuestas consignan un empate técnico. Nuevamente, los “estados columpio” serán territorios decisivos para inclinar la balanza y definir no solo el futuro inmediato de Estados Unidos, sino una serie de decisiones de alcance global. Los conflictos bélicos en Ucrania y Gaza, la transición energética, las políticas comerciales hacia México o China, el tratamiento del fenómeno migratorio, la promoción de la democracia en la región… todos estos son asuntos que esperan con atención el resultado que emerja de las urnas el próximo martes 5 de noviembre.
Educar en democracia
Miles de estudiantes en la región centro de nuestro país iniciaron este 5 de agosto sus actividades universitarias. La Universidad Autónoma del Estado de México (casi 100 mil estudiantes matriculados), el Instituto Politécnico Nacional (poco más de 200 mil estudiantes) y la Universidad Nacional Autónoma de México (más de 370 mil estudiantes) son las instituciones de educación superior que más alumnas y alumnos reciben, y las que poseen una oferta educativa más amplia.
Para una sociedad que aspira a tener una mejor calidad democrática, el papel de la educación superior es fundamental. Una de las misiones más relevantes de las universidades y de las escuelas politécnicas es la formación integral de las personas. De ahí que estas instituciones ofrezcan, además de sus cursos regulares, actividades artísticas, culturales, lúdicas, científicas y deportivas. La idea que subyace a esta amplia oferta académica es que un profesionista no solamente debe adquirir conocimientos en su área de especialización, también debe aspirar a ser una persona sensible a su comunidad y capaz de apreciar las múltiples manifestaciones del ser humano.
Por esa razón, la socialización de valores democráticos es una de las tareas principales de la formación universitaria. Contrario a lo que se pudiera pensar, la educación fincada en valores democráticos no es exógena a la tarea científica o cultural. Se trata de un paradigma que atraviesa y moldea estas importantes actividades universitarias, ya que solamente en libertad, solidaridad y respeto a los derechos de las personas puede florecer la discusión de las ideas, la investigación, la innovación tecnológica, la crítica constructiva y el mejoramiento de nuestras condiciones sociales y políticas.
Debemos celebrar, en ese sentido, que más de medio millón de estudiantes de nuestra región puedan ingresar y continuar sus estudios superiores. Las habilidades y conocimientos que hoy adquieran serán herramientas clave para que puedan involucrarse en la vida pública de nuestro estado y nuestro país desde una posición constructiva, proactiva, comprometida y responsable. Con ello, las universitarias y universitarios están llamados a ser agentes de cambio desde sus respectivos campos de conocimiento.
Los desafíos políticos, sociales y económicos que enfrenta actualmente la humanidad nos han demostrado el nivel de interdependencia que hemos alcanzado. Lo que sucede en algún punto del planeta puede tener repercusiones globales como nunca antes. Al mismo tiempo, estos nuevos retos nos han enseñado el valor de la ética en la intervención humana. Problemas como la xenofobia, la distribución de la riqueza, la inseguridad, la superación de una pandemia o el respeto a las reglas democráticas requieren, forzosamente, de una acción colectiva motivada éticamente, es decir, de una conducta y voluntad impulsada por valores que prioricen la búsqueda del bienestar colectivo, el respeto a la dignidad humana y la procuración de la paz social.
La democracia no es exclusiva de las aulas, pero en ellas encuentra el sitio perfecto para florecer. El diálogo, el debate y la proposición de soluciones comienzan con el ejercicio de reflexión que debe caracterizar a las comunidades universitarias. Este nuevo ciclo escolar que inicia en nuestro país es un momento propicio para renovar nuestro compromiso con una educación erigida sobre los valores democráticos.