La ciudadanía en los cómputos
La elección judicial presenta características atípicas en las que, en la mayoría de las boletas, el número de votos válidos puede superar ampliamente la unidad
En las inéditas elecciones de personas juzgadoras en México, la manera de contar los votos fue diseñada pensando en la complejidad y el rigor que requiere un proceso de tal magnitud. A diferencia de los métodos tradicionales que se aplican en los comicios ordinarios, en este caso el cómputo de las boletas no se realizará en las casillas, sino en los órganos desconcentrados que cada autoridad tiene desplegados en el territorio. Esta decisión se fundamenta en la necesidad de garantizar transparencia, operatividad y, sobre todo, una adecuada respuesta ante las particularidades de la elección, donde se competirán más de 2,600 cargos judiciales federales y locales en todo el territorio nacional.
La elección judicial presenta características atípicas en las que, en la mayoría de las boletas, el número de votos válidos puede superar ampliamente la unidad. Es decir, una misma boleta puede requerir diferentes cantidades de sufragios según el cargo a elegir. Por citar un ejemplo, en el Estado de México cada persona electora votará por entre 1 y 13 candidaturas en cada papeleta.
Esta complejidad y diversidad de cargos hacen imperativa una estrategia diferente a la habitual. Si en los procesos ordinarios la simplicidad del voto permite que el cómputo se haga en el mismo lugar de votación, en las elecciones judiciales esto no es factible. La razón radica en que los números escritos a mano, la diversidad en el formato de las boletas y la multiplicidad de cargos requieren un análisis detallado que solo puede realizarse en un ambiente controlado y con suficiente tiempo.
Para enfrentar este desafío, la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales, así como las normas comiciales de los estados, optaron por modificar el procedimiento del cómputo electoral, delegando esta facultad a los Consejos que operan en cada uno de los distritos en que se desarrolla la elección.
Pero hay que ser claros. Los Consejos se integran por ciudadanas y ciudadanos que no forman parte de estructuras gubernamentales o partidistas. Ni siquiera están insertas en las burocracias electorales. En este sentido, el cómputo de los votos permanece como un proceso estrictamente ciudadano.
En este nuevo escenario, el funcionariado de casilla se encargará únicamente de clasificar y contar las boletas por color. Una vez realizadas las tareas preliminares, éstas serán enviadas a las sedes de los Consejos, donde se organizarán grupos de trabajo para facilitar un procesamiento ordenado y meticuloso del sufragio.
Una de las ventajas principales de esta metodología es que sigue priorizando la participación activa de la ciudadanía en el proceso. No se trata únicamente de una medida técnica: que constituye una opción para ejercer el derecho constitucional a participar de las cuestiones públicas.
En el Instituto Electoral del Estado de México aprobamos ya unos lineamientos que garantizan un flujo continuo, observable y trazable en el cómputo de votos, de manera que el rigor metodológico no obstaculice el cumplimiento de principios constitucionales de certeza, legalidad y objetividad.
La implementación de los referidos lineamientos demuestra el compromiso de las autoridades locales por un proceso electoral confiable, donde la complejidad técnica se gestiona mediante la colaboración y la supervisión ciudadana, pilares fundamentales para afianzar la integridad y la operatividad del sistema electoral mexicano.
POR AMALIA PULIDO
PRESIDENTA DEL INSTITUTO ELECTORAL DEL EDOMEX
@PULIDO_AMALIA
La boleta paritaria
La lucha por el acceso igualitario al poder público no es un fenómeno reciente. Las cuotas de género, por ejemplo, surgieron para garantizar que más mujeres
La paridad se ha consolidado como uno de los pilares de la democracia mexicana. Esta obligación ha transformado los procesos electorales y las propias estructuras de poder, al incorporar de manera más justa y equitativa a las mujeres en la toma de decisiones públicas.
La lucha por el acceso igualitario al poder público no es un fenómeno reciente. Las cuotas de género, por ejemplo, surgieron para garantizar que más mujeres llegaran a la boleta electoral. Pero su desempeño no fue suficiente: en una competencia desigual, los candidatos tenían más posibilidades de ganar. Para nivelar las condiciones fue clave complementar las acciones afirmativas con reglas equitativas en el acceso a medios de comunicación y financiamiento, entre otras.
Después vino la reforma constitucional de 2019, que garantiza paridad en todos los cuerpos colegiados de toma de decisiones. Sin embargo, en un país en donde las mujeres siguen encontrando obstáculos para acceder a cargos públicos y ejercer éstos sin estereotipos de género, es impensable bajar la guardia. La elección de personas juzgadoras ha obligado a las autoridades electorales a elaborar diagnósticos y lineamientos que garanticen en forma creativa el principio constitucional de paridad. Éste es uno de los principales aciertos de la elección que merece la pena discutir.
En las elecciones modernas, son las reglas electorales el principal mecanismo que garantiza el acceso de las mujeres a la representación. Existen diversos sistemas de proporcionalidad que –como Costa Rica– alternan hombres y mujeres en las listas. Algunos de mayoría –como el mexicano– exigen que las candidatas también accedan a competir por los distritos con mayor probabilidad de ganar, mediante los ya conocidos bloques de competitividad. Otros sistemas, como India o Rwanda, reservan escaños para mujeres en sus congresos.
En el caso mexicano, las autoridades electorales tienen la facultad de hacer ajustes en el resultado final de la elección, a efecto de garantizar la paridad. Algunas candidatas han mejorado su posición en las listas de representación proporcional para asegurar que el 50% de integrantes de congresos o ayuntamientos sean mujeres.
En este proceso electoral las boletas integraron criterios que buscan hacer visible la paridad en las candidaturas. Por primera vez, las papeletas federales y locales presentarán únicamente los nombres de las personas candidatas y estarán divididas por género: de un lado tendremos a las candidatas y del otro a los candidatos. Además, arriba de cada sección, encontraremos el número de recuadros exactos por los que la ciudadanía deberá de votar para cada cargo.
El objetivo del diseño de la boleta radica en que sean pocos los ajustes necesarios para alcanzar la paridad en la integración de los órganos jurisdiccionales y, con ello, cristalizar la voluntad expresada en las urnas.
Para los casos en los que ésta no se dé orgánicamente, en el Estado de México, diseñamos y aprobamos criterios para que las mujeres ocupen la mitad de los cargos. Al contemplar ajustes mínimos por parte de la autoridad electoral, logramos un balance frente a dos principios constitucionales: el derecho de las personas a ser votadas y la paridad.
Este proceso nos permitió revalorizar las boletas electorales más allá de su utilidad técnica. Su reingeniería es un reflejo de los valores que rigen nuestra vida democrática. Incorporar la perspectiva de género en su diseño es un acto de justicia, reconocimiento y compromiso con la igualdad sustantiva: no retrocederemos.
POR AMALIA PULIDO
PRESIDENTA DEL INSTITUTO ELECTORAL DEL EDOMEX
@PULIDO_AMALIA
Mujeres por la justicia
El Día Internacional de las Juezas nos brinda la oportunidad de celebrar los avances, reconocer el trabajo de las mujeres en el ámbito jurídico y reafirmar nuestro compromiso con un sistema de justicia verdaderamente paritario.
En mi oficina cuelga una imagen de Ruth Bader Ginsburg (RBG). No es una simple decoración: es un recordatorio constante de la importancia de la representación de las mujeres en la esfera pública.
Además de ser la segunda mujer en servir en la Corte Suprema de Estados Unidos, la Ministra dejó un legado fundamental en la lucha por la equidad y la igualdad de género. Sus logros fueron trascendentales. Entre muchos otros, abogó por la igualdad de género en las Fuerzas Armadas y luchó incansablemente contra la brecha salarial.
Pero así como RBG marcó la pauta en nuestro vecino del norte, en el sur ha habido contribuciones importantes. En Guatemala, en el contexto del conflicto armado, Yassmin Barrios trabajó casos de esclavitud y violencia sexuales, así como feminicidios y genocidios. Desde Costa Rica, Alda Facio denunció el androcentrismo en el derecho, razón por la cual pugnó por utilizar una visión de género al aplicar la norma y al impartir justicia.
En Latinoamérica, y muy específicamente en México, algunas juzgadoras han sobresalido por incorporar esa perspectiva en sus resoluciones. Se deben ponderar los efectos diferenciados que las leyes tienen en hombres y mujeres para garantizar que éstas sean un mecanismo nivelador, un instrumento de la justicia.
De ahí la importancia de contar con mujeres en el sistema judicial. No se trata sólo de una cuestión de equidad, sino de una condición necesaria para evitar que los problemas jurídicos dejen de ser vistos sólo desde los ojos de los varones.
El pasado 10 de marzo celebramos el Día Internacional de las Juezas. En este marco, la ONU destacó que la existencia de mujeres juzgadoras se asocia con respuestas más eficaces y centradas en las víctimas. Esto es especialmente relevante en el ámbito penal, donde en los últimos 20 años ha aumentado el número de mujeres y niñas que han sido víctimas, testigos o incluso acusadas dentro del sistema judicial.
Este contexto nos lleva a reflexionar sobre la situación en México. La elección de personas juzgadoras se ha legislado y promovido bajo una visión de paridad de género. Como parte de los avances constitucionales en materia de igualdad jurídica, ésta era una medida impostergable. Así, desde los institutos electorales, hemos trabajado en la creación de directrices para garantizar que hombres y mujeres participen por igual en cortes, tribunales y juzgados.
El reto no es menor. Datos del INEGI de 2023 muestran que en el nivel federal las mujeres representaban una de cada cuatro magistradas y una de cada tres juezas. Las mismas proporciones se replican en muchas entidades federativas.
Esta realidad nos lleva a una reflexión: necesitamos más impartidoras de justicia, pero hay desigualdades que pueden hacer difícil el camino.
Debido a la socialización de género, los estereotipos y las desigualdades en el acceso a oportunidades, es necesario fortalecer mecanismos que impulsen la participación de más mujeres. Claro que importa abrir espacios, pero el esfuerzo queda incompleto si no garantizamos condiciones que les permitan acceder a ellos sin obstáculos -mucho menos institucionales- y con las herramientas necesarias para ejercer su labor de manera efectiva y segura.
Frente a esto, el trabajo institucional debe ser integral. Es decir, no limitarnos a la asignación numérica de puestos, sino comprometernos con la eliminación de las barreras estructurales que impiden la participación plena y equitativa de las mujeres en la vida pública.
Garantizar la igualdad en la impartición de justicia no es opcional: es un principio democrático y constitucional. El Día Internacional de las Juezas nos brinda la oportunidad de celebrar los avances, reconocer el trabajo de las mujeres en el ámbito jurídico y reafirmar nuestro compromiso con un sistema de justicia verdaderamente paritario. Porque más que mujeres en la justicia, necesitamos mujeres por la justicia.
POR AMALIA PULIDO
PRESIDENTA DEL INSTITUTO ELECTORAL DEL EDOMEX
@PULIDO_AMALIA
Participar siempre es la respuesta
En fechas recientes algunas voces han sugerido no salir a votar en esta elección judicial. Pienso afortunado que quienes así piensen lo digan con total libertad. Ejercer los derechos fundamentales, como lo es la libre expresión, genera una ciudadanía más informada, más exigente y, por tanto, con mejores capacidades para fortalecer las cuestiones públicas.
Disiento, sin embargo, del contenido de su mensaje. Pienso que la democracia requiere la participación de todas las personas. Esto aplica por igual para quienes están de acuerdo con el objeto de una consulta como para quienes están en contra. La expresión formal de nuestra voluntad política – el voto – deja testimonio de la manera en la que cada persona entiende la política o, en este caso, la justicia. Retrata nuestras preferencias y las pone al servicio de una decisión colectiva.
En tiempos de incertidumbre política, es comprensible que algunas personas se sientan tentadas a la abstención como forma de protesta. Ante una elección inédita como la de personas impartidoras de justicia mediante el voto popular, surgen dudas legítimas: ¿tiene sentido votar cuando no conocemos enteramente las opciones? ¿Es más elocuente el silencio que la participación?
Sin embargo, en contextos como el actual, donde se juegan las bases mismas del orden constitucional abstenerse no es neutral: es ceder el poder a otros. No votar es renunciar —consciente o inconscientemente— a una de las herramientas más poderosas de la ciudadanía en una democracia. Es convertirnos en espectadores de decisiones que nos afectan profundamente, tanto en lo individual como en lo colectivo.
La historia constitucional muestra que los derechos no son conquistas permanentes, sino posiciones ganadas que pueden ser erosionadas si no se usan. El Estado de Derecho no se sostiene desde el diseño institucional, sino desde la práctica constante de quienes reclaman, denuncian, protestan… y votan.
Discrepo de quienes argumentan falta de información para poder ejercer su derecho responsablemente. Si bien es cierto que la ley es restrictiva en cuanto al alcance de las campañas, las autoridades electorales hemos puesto manos a la obra para garantizar un voto informado. En el Estado de México, por ejemplo, cualquier ciudadano o ciudadana puede encontrar en la página del IEEM los perfiles que nos facilitaron el 99.5% de las candidaturas contendientes. Esta información está al alcance de cualquier teléfono o computadora.
Además, se ha inaugurado un nuevo modelo para hacer debates que no obliga a la ciudadanía a estar pegada a los prime time televisivos. En cualquier momento las y los mexiquenses pueden entrar a internet y ver cómo contrastan las visiones sobre la justicia entre las y los candidatos que accedieron a discutir con sus competidores.
Pero me parece que la parte más grave de la desinformación está en el argumento de que votar es difícil. Por supuesto que votar con una “X” es distinto que hacerlo relacionando números, pero hay muchas situaciones en las que las personas seleccionamos a partir de números de correspondencia. Ante la enorme cantidad de cargos a elegir, el sufragio a partir de números es la apuesta más racional y que provoca la menor cantidad de errores.
No lo dudes: ejerce tus derechos. El Estado de Derecho se sostiene cuando las personas participan activamente en los procedimientos que les afectan. Y como advirtió Hannah Arendt, el poder surge donde las personas actúan juntas. Este 1 de junio tenemos la oportunidad de decir qué tipo de justicia queremos. Silenciarnos no hará que desaparezcan los desafíos. Participar, en cambio, puede hacerlos visibles y transformables. Votar es, hoy más que nunca, un acto de responsabilidad democrática.
Votar es un acto de justicia
Las primeras elecciones del Poder Judicial en nuestro país implican un cambio de paradigma. Este 1° de junio por vez primera la ciudadanía decidirá, con su voto, quiénes impartirán justicia.
El proceso ha estado marcado por la polarización. Algunas voces lo califican como un acto de expansión democrática; otras, como una amenaza al equilibrio de poderes. Pero más allá de esas posturas, vale la pena detenernos un momento y reflexionar: ¿por qué importa votar?
En México, sufragar es un derecho y una obligación. Aunque no hacerlo no implica una sanción, la participación ciudadana es alta: más del 60% del electorado ha votado en las últimas tres elecciones presidenciales. Conservamos el recuerdo de tiempos en que el voto era privilegio de pocos o una ilusión rota. En nuestro país, votar es un acto de memoria.
Quienes trabajamos en la administración electoral lo sabemos bien. Cada elección es un reto y una oportunidad para perfeccionar nuestros procesos. En este ejercicio inédito, con pocos referentes internacionales, rediseñamos mecanismos que parecían consolidados: boletas, financiamiento, geografía electoral, paridad, cómputos. La elección hizo necesaria una importante dosis de creatividad que – en algunos casos – pudiera generar buenas prácticas replicables en futuras elecciones.
En los regímenes democráticos, el voto es la herramienta más poderosa para expresar preferencias, exigir cuentas e incluso es utilizado como mecanismo de protesta. En nuestro país, la reforma judicial es una realidad y, desde hace varios meses hemos trabajado incesantemente para garantizar las condiciones adecuadas para que toda la ciudadanía encuentre una casilla en su sección, con los materiales, y las boletas suficientes. Es el momento de manifestar el deseo colectivo, hagámoslo con determinación para que nadie decida por nosotros.
Sufragar no es solo elegir, también es exigir. Votar es una expresión legítima de voluntad popular. No votar es ceder espacio a que otras personas decidan. En un contexto de ampliación de derechos, no acudir a las urnas equivale a renunciar a un nuevo espacio de participación.
Las elecciones judiciales no están exentas de retos. Pero no nos paralicemos, por el contrario, hagamos nuestro este proceso electoral. Estemos vigilantes, cuestionemos y, sobre todo, participemos activamente. Es decir, ejerzamos y asumamos nuestra responsabilidad como ciudadanos y ciudadanas.
Y es que en la democracia mexicana podemos garantizar que el voto cuenta y forma parte del resultado final. Cada etapa del proceso está respaldada por mecanismos técnicos y ciudadanos para proteger tu voluntad. Tendremos transmisión en vivo de los cómputos; nuestras vecinas y vecinos estarán en las mesas; habrá vigilancia ciudadana, presencia de observadores y observadoras, y medidas de seguridad informáticas y físicas. Todo está preparado para que tu voto sea respetado.
Aunque somos una democracia joven, tenemos valores democráticos arraigados. Tenemos certeza sobre el proceso, pero incertidumbre sobre el resultado. Las elecciones se deciden exclusivamente con el voto de la ciudadanía, no hay resultados a priori.
Si bien esta elección es distinta a las anteriores, también representa una oportunidad. Las personas que resulten electas tendrán la responsabilidad de impartir justicia y de estar cercanas a sus comunidades.
No podemos ser espectadores. Votar es asumir la responsabilidad de construir el país que queremos. Se trata de no ceder el espacio de decisión ni abandonar lo que tanto costó conquistar.
Este 1º de junio, cada persona votante contribuirá a una democracia que sigue creciendo y necesita de todas y todos. Votar es una forma de cuidar la justicia y la democracia misma.
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