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Sábado, 17 Julio 2021 00:01

Tecnopolítica y democracia

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El impacto de la tecnología en la vida cotidiana ha sido ampliamente discutido en los últimos años. Para nadie es ajena la influencia de las tecnologías en los diversos ámbitos de la acción humana: la comunicación, los avances médicos, los transportes, la cultura, los medios de producción y los patrones de consumo, por citar algunos ejemplos. Incluso, en estos meses de pandemia sanitaria, el papel decisivo de la tecnología se vio reforzado gracias a las videollamadas, teleconferencias, las compras por internet, las cadenas logísticas globales y la sustitución de mano de obra por la robótica.

 

La reflexión académica en torno a estos profundos cambios sociales ha sido fructífera, aunque no tan difundida como se esperaría. Todavía hoy, al pensar y analizar los problemas sociales contemporáneos, nos atamos a estructuras teóricas anteriores que, si bien son referentes, ya no poseen el potencial explicativo suficiente para entender el mundo actual. De ahí la relevancia de explorar nuevos caminos teóricos, voces y aportaciones que nos permitan comenzar a delinear explicaciones renovadas.

 

En este sentido, uno de los temas más enriquecedores es el de la tecnopolítica y su relación con la democracia. De acuerdo con Toret, la tecnopolítica puede definirse como “el uso táctico y estratégico de las herramientas digitales para la organización, la comunicación y la acción colectiva”. Al analizar esta definición podemos concluir que la tecnopolítica no busca redefinir los fundamentos o fines de la política, pero sí sus medios al colocar a las “herramientas digitales” —sean estas plataformas virtuales, programas de software, redes sociales u otras— como las vías principales por las cuales se desarrolla tal actividad política.

 

Lo anterior no es un ejemplo hipotético. Como destaca Antoni Gutiérrez-Rubí, por lo menos desde 2010 los movimientos sociales más emblemáticos a nivel mundial han utilizado principalmente las herramientas digitales para comunicarse, organizarse y potenciar su radio de acción. Basta pensar en la Primavera Árabe, #OccupyWallStreet, #BlackLivesMatter o, más recientemente, el movimiento feminista #MeToo. Todos estos movimientos políticos de profundas repercusiones al interior y exterior de sus países de origen han sido posibles gracias a las redes sociales. Pero además de movilizaciones sociales, la tecnopolítica también ha sido empleada por los gobiernos, no siempre de manera democrática. En este sentido, destaca el uso intencional y selectivo de software empleado para robar identidades digitales y acceder a información de la esfera privada. Pero el uso de la tecnología no debe asociarse únicamente con prácticas antidemocráticas. Existen casos de éxito en materia de gobernanza basada en la implementación de políticas digitales que buscan facilitar los servicios públicos a la ciudadanía e implementar políticas públicas de manera más incluyente. Es el caso de Eslovaquia, en donde más de mil quinientos trámites públicos pueden realizarse en línea a través de una credencial digital.

 

¿Cómo afrontar esta realidad desde las instituciones políticas? Más allá de negar el avance de las tecnologías o intentar minimizarlas, las instituciones democráticas deben montarse en las nuevas realidades para aprovechar y potenciar, a su vez, su influencia y ámbito de acción. Lo anterior no se limita únicamente a utilizar las redes sociales para comunicar, sino a replantearse todos los procesos de organización, comunicación política, reformas legales e implementación de políticas y programas con el uso de las herramientas tecnológicas. Todo ello de manera transparente, buscando siempre expandir las posibilidades de participación ciudadana y acercando la labor y servicios de las instituciones públicas a la ciudadanía.

 

 

 

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