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Sábado, 19 Junio 2021 23:01

Integridad y narrativa electoral

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Parece un lugar común analizar un proceso electoral a partir de sus resultados. La confianza aumenta cuando los protagonistas se sienten satisfechos, también mejora la percepción ciudadana si se advierte que la organización de las elecciones cumple con todos sus cometidos. La integridad electoral, concepto de enfoque reciente, se ha convertido en una herramienta útil para evaluar la calidad de las democracias.

 

Basada en dos dimensiones, mediante la integridad se examinan todas las fases del ciclo electoral, desde el diseño legislativo, hasta la votación durante la jornada electoral, el conteo de votos, la divulgación de los resultados, incluso su impugnación. También se contempla el comportamiento de los actores, quienes deben conducirse de conformidad con las normas, los valores y principios que dan sustento a las elecciones democráticas. Como referencia de calidad global o sinónimo de una buena elección, la integridad alude a las elecciones cuya preparación y gestión son profesionales, imparciales y transparentes, aquellas en donde se respeta la voluntad popular.

 

Existe todavía preocupación sobre la calidad de las elecciones, en México y en todo el mundo. Basta una mirada a Nicaragua para entender la dimensión del problema. No desaparecen del todo los cuestionamientos, y aun se da espacio a la autoproclamación. Frente a innumerables intereses políticos y personales, considerar genuina y libre una elección exige algo más que realizarla de modo relativamente ordenado. Toda elección con integridad supone una labor técnica sujeta a un intenso escrutinio y crítica, pero también se acompaña de la aceptación de la derrota.

 

El proceso electoral se encuentra en su etapa final y definitiva. Las elecciones más grandes y complejas del país arrojan ya los resultados, federales y locales. Todos ganaron o perdieron algo, la ciudadanía optó por castigar, premiar o buscar otras opciones. Nadie es invencible en las urnas, y los electores mandaron un contundente mensaje en donde la alternancia ocupa un sitio privilegiado. Crece la pluralidad y se replantean los equilibrios, hay un alentador incremento de la participación política y el discurso del fraude y la posverdad no fueron tan estridentes.

 

Parece razonable el reparto de triunfos y derrotas, ninguno pierde o gana todo. Esa combinación de resultados favorece el aliento en las instituciones y da buenos motivos para disminuir la conflictividad. Se atendieron con solvencia los desafíos organizativos del proceso, la transparencia promovió su entendimiento, las acciones, resoluciones y acuerdos de las autoridades fueron mucho más comprensibles para la ciudadanía. Más allá de los datos fríos que lanzan los comicios, la integridad devela que la combinación de circunstancias incrementa la sensación de credibilidad y legitimidad en las instituciones. Tanto el INE, como los Organismos Locales Electorales, hicieron una gran labor.

 

Resultaron infundadas las conjeturas precipitadas y las acusaciones de parcialidad en contra del árbitro electoral. Por muchas razones, el 6 de junio significó un referente para el fortalecimiento de nuestra democracia. La ciudadanía reconoció el valor de su voto y refrendó su seguridad de que cuenta y se cuenta bien. Las diversas instancias de observación electoral han externado su acompañamiento al desempeño del INE y los institutos electorales de las entidades federativas. El balance general del proceso fue muy positivo. El representante de la Unión Interamericana de Organismos Electorales (UNIORE) afirmó que las instituciones electorales en México refrendaron su trayectoria de solvencia en la organización de los comicios.

 

Funciona el Sistema Nacional Electoral. A 7 años de la reforma constitucional de 2014 se ha mejorado sensiblemente la coordinación y cooperación entre la autoridad electoral nacional y las de carácter local. Por supuesto se perciben áreas de oportunidad, pero que no quede duda, en México la integridad electoral ya es una realidad.

 

 

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