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Martes, 30 Marzo 2021 21:13

8M: LA PRESENCIA DE LAS MUJERES MEXICANAS

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Cuando la pandemia apenas comenzaba en nuestro país, las mujeres en México ocupamos las calles para hacernos presentes. Caminamos, codo con codo, ciudadanas, madres, hijas, amigas, servidoras públicas, escritoras, artistas, oficinistas, comerciantes y estudiantes. Todas juntas, porque todas, por desgracia, conocemos en experiencia propia o de gente cercana, la ofensa, el maltrato, la discriminación, la exclusión o el acoso por razones de género.

 

Este año, ya con la pandemia invadiendo nuestra cotidianidad, las mujeres volvimos a estar presentes. A pesar de la resistencia a la protesta, llenamos el espacio virtual con consignas, datos, relatos y exigencias. Nuevamente, el 8 de marzo no pasó desapercibido y nunca volverá a ser así. La agenda del feminismo llegó para quedarse en aquellas sociedades con auténticas, genuinas y legítimas prácticas democráticas, porque demandar la igualdad de oportunidades, una vida libre de violencia y una sociedad con representación paritaria no pueden verse como exigencias difíciles de cumplir, sino como condiciones mínimas de un Estado de derecho.

 

A pesar de los intentos de algunos sectores por subestimar y descalificar nuestra presencia, la participación colectiva de las mujeres en México impuso su mensaje en el imaginario colectivo. Las consignas en las marchas, los hashtags en las redes, las fotografías en los medios, las flores en las vallas o los letreros en las calles, todas ellas fueron estampas del 8M en nuestro país. Las mujeres estamos transformando el miedo en coraje, en valentía, la inconformidad ya no se queda en una taza de café.

 

El Día Internacional de la Mujer debe servirnos para reconocer que la voz y las demandas de las mujeres mexicanas han generado cambios fundamentales en nuestra sociedad. Desde hace años, el cambio institucional ha creado nuevos incentivos, modificado estructuras rígidas y abierto espacios a la participación de las mujeres en la vida pública. Un ejemplo son las importantes reformas recientes en contra de la violencia por razones de género o en cuestiones de paridad total.

 

Reconocer los avances no implica, desde luego, dejar de lado los profundos pendientes de la realidad mexicana. No podemos dar por hecho que los cambios jurídicos, por más significativos que sean, tienen una correlación inmediata en la vida cotidiana o en las dinámicas organizacionales donde las mujeres nos desempeñamos. Por desgracia, día a día, miles de mujeres deben seguir luchando contra estereotipos, comentarios, injurias, agravios o prácticas que buscan, manifiesta o implícitamente, excluir, discriminar o, en el peor de los casos, agredir y atacar.

 

Por esa razón, es necesario seguir transformando las exigencias en andamiajes institucionales que garanticen, fortalezcan y protejan nuestros derechos humanos, bajo un paradigma de paridad sustancial y erradicación de la violencia. Sin estos elementos, una democracia no puede ser auténtica, pues ésta tiene el mandato de ser incluyente, paritaria y equitativa. La justicia no germina mientras perdure un clima que da espacio a la impunidad.

 

Logros irrefutables, lo que las generaciones de mujeres mexicanas vemos hoy como asuntos cotidianos, no siempre fueron así. Conquistamos el voto, el derecho a ser electas en cargos de representación popular, demostramos nuestras capacidades para dirigir y resolver problemas altamente complejos. México es un país altamente machista, con tradiciones que propician el insulto y la descalificación femenina, toca a nosotras defender las conquistas y abrir nuevas rutas. Por primera vez en la historia, las mujeres podemos fijar el rumbo.

 

 

 

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