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Desde hace varias décadas, una vez que se aperturó el sistema electoral mexicano, la aspiración constante ha sido consolidar nuestra democracia, sin embargo, se pasa por alto que, lamentablemente, uno de los cimientos sobre los que ésta se ha desarrollado es la desconfianza en los resultados electorales. Por otro lado, pero en el mismo sentido, el costo de nuestra democracia ha generado debates intensos, ya que es evidente que éste aumenta cada año, sobre todo cuando se llevan a cabo elecciones.

 

En mi opinión, ambos temas convergen si reflexionamos que el costo democrático tiene dos explicaciones basadas, la primera, en disposiciones jurídicas que determinan los montos de financiamiento público para los partidos políticos; la segunda, en la desconfianza social respecto a los procesos electorales y su autenticidad.

 

En cuanto a la primera, se observa que el presupuesto que se asigna a los partidos políticos (tanto en año ordinario como en año de elecciones) se calcula con base en una fórmula aritmética, la cual está prevista a nivel constitucional y se compone tanto de la Unidad de Medida y Actualización, como del padrón electoral. Debido a que el valor de ambos componentes aumenta cada año, es evidente que también se incrementa el presupuesto asignado a los partidos políticos.

 

Respecto a la desconfianza ciudadana, sobre la cual hay que hacer especial énfasis, ésta se ha sustentado históricamente a partir de los resultados electorales que han presentado las autoridades electorales administrativas. Ante la suspicacia y dudas que aquellos han generado, se ha determinado implementar herramientas y medidas que, debe señalarse, tienen costos muy altos.

 

Para muestra dos ejemplos: primero, pese a que en la ley electoral se establece que el miércoles siguiente de celebrada la elección se llevarán a cabo los cómputos respectivos, actualmente para las elecciones de la Presidencia y las gubernaturas (Jefatura de Gobierno en el caso de Ciudad de México) deben utilizarse dos herramientas (Programa de Resultados Electorales Preliminares y Conteos Rápidos) para conocer los resultados el mismo día de la jornada electoral; segundo, las actas y boletas electorales, las cuales, ante la desconfianza de que sean falsificadas, han llegado a tener más de una decena de medidas de seguridad. Así, en cada proceso electoral se busca que las herramientas sean más precisas y que las medidas de seguridad sean mayores y mejores, lo que implica un aumento al costo de las elecciones.

 

Considero que es fundamental admitir que la desconfianza social en los resultados electorales es una cuestión cuya discusión y análisis serios (y autocríticos) por parte de las autoridades electorales resultan urgentes. Cambiar ese paradigma sobre el cual se ha construido nuestro sistema electoral y se ha fundamentado el proceder de los actores políticos puede ser la diferencia entre mantenernos en una transición o arribar a la consolidación democrática.

Martes, 27 Febrero 2024 09:00

A propósito de los conteos rápidos

Uno de los temas que han destacado en torno a las elecciones que se celebrarán el próximo dos de junio es el relativo a los conteos rápidos (CR), los cuales serán implementados por el Instituto Nacional Electoral (INE) tanto para las tres elecciones federales (Presidencia, senadurías y diputaciones), como para las nueve elecciones locales en las que se renovará el poder ejecutivo respectivo.

 

En efecto, además del Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), la normativa electoral también contempla los CR como un mecanismo para informar acerca de los resultados electorales. En esta tesitura, considero que es importante para la ciudadanía conocer algunas de las similitudes y diferencias entre ambos mecanismos.

 

En cuanto a las similitudes se tiene que, por un lado, ambos proporcionan información acerca de los resultados electorales sin hacerse un cómputo formal de los votos. Por el otro, los resultados que ambos arrojan no son definitivos, ya que su carácter es estrictamente informativo.

 

Respecto a las diferencias, el insumo del PREP son los resultados asentados en todas y cada una de las actas de escrutrinio y cómputo. Por su parte, los CR se realizan con base en una muestra representativa de casillas y mediante procedimientos estadísticos. Derivado de esto, en el PREP el porcentaje de votación obtenido se actualiza constantemente de conformidad con la recepción de las actas referidas. Por su parte, los CR proporcionan un sólo resultado, en el cual se señalan los límites superior e inferior del porcentaje de la votación que podrían ser obtenidos por las candidaturas.

 

Aunado a lo anterior, la implementación del PREP es obligatoria para todas las elecciones ordinarias mientras que, a nivel de las entidades federativas, los CR sólo son obligatorios para aquellas elecciones en las que se renueva la titularidad del poder ejecutivo. En concordancia, para la renovación de la Gubernatura de nuestra entidad, la cual se llevó a cabo el año pasado, el Instituto Electoral del Estado de México (IEEM) implementó el PREP, mientras que el INE (en ejercicio de su atribución de asunción parcial) implementó los CR. Es importante destacar que los datos proporcionados por ambos mecanismos coincidieron, ya que los resultados del PREP estuvieron dentro de los límites señalados en los CR.

 

Señalado lo anterior, y en el contexto de nuestro actual proceso electoral local, no puede pasar inadvertido que para estas elecciones (en las cuales se renovarán el Congreso y los ayuntamientos), no se implementarán los CR. Sin embargo, la ciudadanía mexiquense puede contar con que el IEEM cumplirá con su obligación legal de entregar resultados ciertos y fidedignos desde el día de la jornada electoral. Para ello, llevamos ya meses trabajando en la implementación de nuestro PREP, a través del cual se podrá dar puntual seguimiento a los resultados electorales y, con ello, fortalecer la confianza ciudadana en los procesos electorales.

Martes, 23 Enero 2024 09:00

La trascendencia del PREP

Si bien el pasado cinco de enero inició formalmente el proceso electoral local 2024, a través del cual se renovarán el Congreso local y la totalidad de los ayuntamientos, materialmente su organización comenzó desde septiembre del año pasado cuando, como lo mencioné en la aportación de aquel mes, se iniciaron, entre otros, los trabajos para desarrollar el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP).

 

Debido a lo anterior, considero que es fundamental tener presente la enorme trascendencia del PREP y entender por qué, por un lado, se requiere que un sistema que se materializa y opera sólo el día de la jornada electoral (y eventualmente algunas unas horas más), sea desarrollado durante casi un año y, por el otro, comprender por qué históricamente los actores políticos y la ciudadanía no estiman adecuado esperar a los cómputos distritales y municipales que se llevan a cabo el miércoles siguiente al día de la jornada electoral para conocer el resultado de la elección.

 

Para dar respuesta a esta doble interrogante se debe partir del origen del PREP, el cual se implementó frente a la desconfianza en los resultados electorales como una herramienta que dotara de certeza a la elección. No podemos olvidar el lamentable suceso histórico que es conocido como la “caída del sistema” de 1988. Frente a este suceso, el antecedente inmediato que se tiene del PREP se remonta a 1991, cuando el entonces Instituto Federal Electoral (IFE) utilizó el Sistema de Información de los Resultados Electorales Preliminares (SIRE) el cual, de acuerdo con datos del hoy Instituto Nacional Electoral (INE), en aquellas elecciones logró procesar el 72.82 por ciento de las casillas y requirió un trabajo de setenta y dos horas ininterrumpidas. Posteriormente, la primera vez que se utilizó el PREP con el nombre que hoy lo conocemos fue en las elecciones de 1994, cuando se procesó el 92.27 por ciento de las casillas en cuatro días.

 

En ese contexto, y con el objetivo de dotar de certeza a los resultados electorales, este programa se perfecciona permanentemente, lo cual ha implicado aspectos como el hacer obligatorio su uso para las elecciones federales y locales; designar un comité técnico asesor con expertos en diversas áreas; someterlo a auditorías, así como llevar a cabo pruebas de funcionalidad y simulacros. Estas mejoras han propiciado que actualmente, y con un contraste significativo frente a los datos de 1991 y 1994, la misma noche de la jornada electoral se tengan más del noventa por ciento de las casillas procesadas.

 

Es en este orden de ideas que el IEEM lleva alrededor de cinco meses desarrollando el programa que operará el próximo dos de junio, con plena consciencia de que el PREP es una herramienta imprescindible, cuya finalidad es que la ciudadanía y los actores políticos tengan total confianza tanto en los resultados, como en el actuar de las autoridades electorales, lo cual es fundamental para la consolidación de nuestro sistema democrático.

Martes, 28 Noviembre 2023 08:00

A propósito del Día Naranja

Como viene sucediendo desde hace un poco más de veinte años, el pasado veinticinco de noviembre se conmemoró el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que también marca el inicio (desde dos mil ocho) de la campaña ÚNETE, en la que durante dieciséis días se llevan a cabo diversas actividades con el objetivo de visibilizar, sensibilizar y concientizar acerca de esa problemática mundial que se aspira a erradicar.

 

En este marco, y a pocos días de tal conmemoración, considero que es de suma importancia recordar que la violencia contra las mujeres también está presente en el ámbito político, espacio en el que primordialmente pueden y deben actuar (por su naturaleza, atribuciones y funciones) las autoridades electorales.

 

Conforme a lo anterior, uno de los aspectos en los cuales se ha buscado incidir es en la postulación de las mujeres para los distintos cargos de elección popular en nuestro país, de tal suerte que desde hace más de veinticinco años se han impulsado cuotas de género, las cuales han aumentado gradualmente hasta el punto de buscar la hoy llamada “paridad en todo”. No obstante lo anterior, lo cierto es que todavía no contamos con datos duros acerca de que la mayor o menor participación de las mujeres en la vida político-electoral sea directamente proporcional la disminución o aumento, respectivamente, de la violencia política ejercida en su contra.

 

De hecho, la contienda electoral del proceso electoral 2020-2021, en el cual se llevaron a cabo elecciones federales y locales en todos los estados, y la Cámara de Diputados quedó, por primera vez, integrada con el cincuenta por ciento de hombres y el cincuenta por ciento de mujeres, se ha considerado como la más violenta contra éstas, de acuerdo con la organización Todas Mx y con el informe final de ese mismo año presentado por la Red de apoyo a Mujeres Municipalistas AC (REAMM). Basta con mencionar que lamentablemente veintiún candidatas fueron asesinadas.

 

En ese sentido, considero que aún teniendo datos que nos aseguraran la veracidad de la fórmula expresada, no basta con enfocarnos en cumplir o cubrir cuotas y estadísticas al momento de pretender erradicar este tipo de violencia. Es necesario implementar políticas públicas que deconstruyan los estereotipos, así como los paradigmas sociales y culturales que hemos mantenido por siglos y, consecuentemente, dejar absolutamente claro que todas las personas merecemos un trato respetuoso y el reconocimiento de nuestros derechos por el simple hecho de ser, precisamente, personas.

 

Refrendo la postura expresada en aportaciones anteriores: la lucha por la eliminación de todo tipo de violencia contra las mujeres no es una prerrogativa o concesión hacia ellas. En realidad, es un aspecto imprescindible que el Estado (como estructura normativa y de poder) y la sociedad deben impulsar como premisa de igualdad material y auténticamente democrática.

El diecisiete de octubre pasado se conmemoró el setenta aniversario del reconocimiento del derecho de las mujeres a votar y ser votadas a nivel federal. Lo anterior, debido a que en un día similar, pero de 1953, fue publicada en el Diario Oficial de la Federación, la reforma al artículo 34 constitucional a través de la cual se reconoció que, al igual que los hombres, las mujeres que cumplieran 21 años, o 18 en caso de estar casadas, adquirían la calidad de ciudadanas y, por ende, sus derechos político-electorales. No se debe olvidar que seis años antes, en febrero de 1947, con la reforma al artículo 115 constitucional, se reconoció su derecho a votar y ser votadas pero exclusivamente a nivel municipal.

 

Considero que resulta imprescindible, en el marco de dicha conmemoración, reflexionar acerca de la participación de las mujeres en la vida política de nuestro país. Al efecto, observar el contexto actual nos permite valorar la importancia del reconocimiento de ese derecho y es que, aunque 1953 suene lejano, si se toma en cuenta que México logró su independencia en 1821, esto significa que si bien  en apenas un tercio de vida independiente del país las mujeres han podido votar, también evidencia que durante más de un siglo ni siquiera eran reconocidas como ciudadanas.

 

De igual manera, se debe tomar en cuenta que de 1953 a la fecha, apenas seis mujeres han sido registradas como candidatas a la Presidencia de la República, de las cuales una de ellas, Rosario Ibarra, contendió en dos ocasiones (1982 y 1988) y solamente una, Margarita Zavala, lo ha hecho a través de la figura de candidatura independiente. En el mismo sentido, en estos setenta años las mujeres que han gobernado una entidad federativa no llegan ni a la veintena y hasta 2018 en el Congreso de la Unión no se había presentado la paridad, la cual solamente ha podido alcanzarse gracias a las cuotas de género que se han impulsado gradualmente.

 

Es aquí donde la reflexión debe ser más aguda, ya que si bien la igualdad formal del hombre y la mujer lleva décadas, la igualdad material ha seguido una suerte muy distinta, por lo que hemos tenido que generar las llamadas acciones afirmativas para que las mujeres puedan ejercer efectivamente sus derechos político-electorales.

 

Es necesario reconocer que no solamente se trata de cumplir o cubrir cuotas, esto es, no bastan reformas legales en materia electoral, sino que deben instrumentarse verdaderas políticas de Estado que permitan cambiar patrones socioeconómicos y culturales para que, en consecuencia, se modifiquen la percepción y los estereotipos que hemos tenido acerca del papel de las mujeres en la sociedad. En este sentido, si seguimos solamente por el camino de las cuotas y las acciones afirmativas, esto no bastará para lograr la auténtica igualdad de oportunidades y derechos de todas las personas, ni la consolidación de una sociedad democrática.

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