Aunque en diferentes momentos; desde hace varias décadas hombres y mujeres ejercemos el derecho de votar y ser votadas a través de elecciones que también evolucionaron.
Tal vez 1988 fue el año en el que los grandes cambios en materia político electoral comenzaron a darse debido al fuerte cuestionamiento que hubo de los resultados electorales de aquel momento con la dichosa “caída del sistema” en la que en minutos Carlos Salinas de Gortari, entonces candidato del PRI, remontó de manera abrupta a Cuauhtémoc Cárdenas del Frente Democrático Nacional.
Este acontecimiento marcó parte de la debacle del partido hegemónico en el poder a partir del cual además se construyeron nuevas reglas del juego, la pluralidad fue reconocida y con ella la creación del IFE, pieza fundamental en nuestro sistema político mexicano, integrado por consejeros ciudadanos, con reconocido prestigio social y compromiso democrático, vaya que si.
A 5 semanas de lo que se ha denominado la elección más grande del país, vale la pena ver cómo nos encontramos y cuáles son los peligros que acechan a nuestra joven democracia.
Y aquí me detengo para hablar de un término que ha venido permeando en los últimos meses en nuestra sociedad que es la polarización, que de aumentar lo único a lo que se puede llegar es a un bloqueo institucional y con ello, una parálisis de problemas sustantivos que exigen atención y solución en cada ámbito de competencia.
Los extremos en posiciones afectan y debilitan nuestra democracia, el establecimiento de bloques ideológicos que descalifiquen al otro lejos de abonar minan lo que ha costado tanto trabajo construir.
La división de poderes es clara y con ello las facultades y atribuciones que cada uno de ellos posee a través de la Constitución.
Es claro que quien llega al poder ejecutivo y legislativo es porque la voluntad de la ciudadanía se ha hecho valer a través de elecciones, las cuales son organizadas por un órgano administrativo que debe actuar siempre bajo los principios de certeza, legalidad, imparcialidad, máxima publicidad y hoy en día también con paridad.
La polarización que de un extremo deslegitime a instituciones que tienen la encomienda de organizar elecciones y ser garantes de la voluntad popular, mina la democracia. Por su parte los órganos electorales son los árbitros de las contiendas, en ninguna circunstancia un contrapeso político porque ello también mina y diluye su fin.