En este avance paulatino de nosotras de materializar el ejercicio de los derechos humanos de los cuales forman parte los derechos políticos existen los denominados techos que son barreras que afectan nuestra participación como mujeres en la esfera pública.
Así el techo de cemento se refiere a las dificultades autoimpuestas por mujeres que al hacer un balance entre lo que representa incursionar en la vida política y los altos costos personales en relación a las exigencias de su familia deciden no hacerlo y optan por quedarse en casa al considerar una gran dificultad conciliar su vida privada con la laboral.
Y otro mas es el techo de cristal que se da en aquellos casos en los que a las mujeres se les impide llegar a cargos de dirección o de alta jerarquía por ejemplo de un partido político, de una institución o de una empresa; este techo es producto de prácticas veladas y muy sutiles que se viven en el día a día en la sociedad, en las propias instituciones, es un estereotipo en el que se ve solo a los hombres como directivos.
Estos techos están relacionados con una cultura machista que se resiste a que las mujeres ocupen espacios que consideraron por décadas exclusivos de ellos.
Veamos algunos ejemplos: en 2012 había 1 mujer postulada por cada 9 hombres en candidaturas a presidencias municipales.
En 2014 el principio de paridad ya estaba reconocido en la constitución federal no así en nuestra constitución local por lo que no se aplico y el resultado de ello fue que en 2015 en el ámbito municipal solo 24.21% fueron candidatas mujeres contra un 75.79% hombres.
Para 2018 se reconoce en la legislación local la paridad tanto vertical como horizontal por lo que 49.48% fueron candidatas mujeres y 50.52% hombres. Los cambios¡
A pesar de los avances estos techos siguen presentes acompañados en muchos casos de violencia la que tenemos que erradicar.
El llamado a todas las mujeres sigue siendo NO acepten un NO a sus postulaciones, NO acepten un NO a sus demandas y exigencias.
No sin mujeres.