Los discursos con posiciones extremas generan tensión que puede ir alentando la intolerancia y de forma extrema hasta la violencia, algo que no necesitamos.
Se suma a ello la crisis que enfrentamos a nivel global con el COVID-19 y sus múltiples variantes al poner en jaque a los sistemas democráticos que ya venían sufriendo de cierta erosión, desencanto y cambios nada benéficos en el tema de derechos humanos.
De lo que dan cuenta diversos estudios uno de ellos el informe “El estado de la democracia en el mundo 2021” de IDEA Internacional[1] que arroja que el número de países que se mueven en una dirección autoritaria supera el número de países que se mueven hacia la democracia.
Por ello es significativo que retomemos a la democracia en perspectiva histórica, como forma de gobierno, pero sin adjetivos pues los mismos pueden limitarla o distorsionarla de tal suerte que la esencia de esta se pierda en cuestiones ideológicas o concepciones de actores políticos contrarias a lo que la misma es.
Más allá de la democracia presidencial, parlamentaria, mayoritaria, consensual o incluso coasociativa; la democracia debe ser una forma de vida que tutele libertades y garantice su pleno ejercicio.
En donde todo régimen político que se considere democrático sea aquel en el que todas las personas a quienes se dirigen las leyes y disposiciones participen de manera directa de esas decisiones.
La verdadera democracia es aquella en la que el poder de decisión a través de la participación política se distribuye de manera equitativa entre todos y todas.
Debemos tener claro que la democracia tiene valores éticos que constituyen la verdadera razón de la superioridad axiológica de ésta respecto del autoritarismo en cualquiera de sus expresiones.
Valores como la tolerancia, la no violencia, la renovación mediante el debate libre y la fraternidad deben ser reforzados y usados por la colectividad más aun por las y los actores políticos, éste es el presente.
El futuro de la democracia nos exige redescubrir esos valores, respetar la opinión de cada ciudadano (a) pues eso también es parte de la igualdad política.
Pero también nos obliga a modificar lo que es incorrecto, una de las grandes virtudes de la democracia es que la misma es discutible y perfectible. Mucho depende qué y adonde queremos llevar a nuestra democracia.
[1] El Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral es una organización intergubernamental que apoya la democtcia sostenble en todo el mundo.