En los últimos años hemos sido testigos de cómo nuestra sociedad se ha transformado en el ámbito político y cómo es que factores como las tecnologías de la información forman parte de los cambios políticos y sociales más relevantes.
Facebook, Twitter, Instagram y YouTube se han convertido no solo en medios de difusión sino también en algunos casos en instrumentos de denostación, violencia y discriminación.
Llama la atención el resultado que se diera a conocer a través del Seminario sobre Violencia y Paz de El Colegio de México en conjunto con el Laboratorio de Odio y Concordia, coordinado por el académico y analista político Sergio Aguayo Quezada.
Después de 10 semanas y un intenso trabajo a través del método cuantitativo y cualitativo dan cuenta de la existencia de un grado de violencia contra el género femenino que es de alarmarse.
La muestra de 8,200 twits de 2 mujeres que al seno de la sociedad se encuentran en lados opuestos: Beatriz Gutiérrez Müller y Denisse Dresser, permitieron ver los efectos de la polarización y odio en redes sociales.
Son condenables todas y cada una de las muestras de odio, misoginia, violencia, discriminación y laceración a su identidad como personas de dos mujeres que son profesionistas, académicas y que de alguna forma están relacionadas con un espacio de poder; con independencia de coincidir o no con ellas, simplemente no podemos estar arribando a este tipo de extremos.
En otras ocasiones he sostenido que el sistema patriarcal que tenemos en muchos sentidos sigue predominando; el tema ahora es mayúsculo ya que las redes sociales están concentrando un papel fundamental en la política ahí está el tema de los influencers.
¿Existe algo que detenga la violencia que se ejerce todos los días en redes para mujeres, grupos que históricamente han sido discriminados y periodistas que constantemente son atacados por ejercer un derecho como es la libertad de expresión?
En un país donde las mujeres se vuelven foco de ataques de hombres e incluso lamentablemente de otras mujeres nos obliga a generar conciencia de los hechos y explicar que el odio que se expresa a través de palabras y símbolos puede poner en riesgo la integridad física y psicológica de los individuos y de las colectividades.