Comunicación
Social

Cuando pensamos en democracia, la asociamos al voto popular como la participación política por excelencia. Sin embargo, este no es el único recurso del que disponemos los ciudadanos para incidir en el mundo político, autores como Kease & Marsh, sostienen que “la participación política son todas las acciones voluntarias realizadas por los ciudadanos con el objeto de influenciar tanto de forma directa como indirecta las opiniones políticas en distintos niveles del sistema político.”

 

En la Grecia clásica, se esperaba que los ciudadanos participarán activamente en los asuntos públicos, Pericles pensaba que quien no contribuía a los debates eran considerados “no como faltos de ambición, sino como absolutamente inútiles” tal como decía Platón, “El ideal de la democracia liberal es que nosotros, el pueblo, participemos estableciendo el gobierno y creando las reglas según las cuales viviremos juntos.” El hecho de no participar en la vida pública nos arriesga a ser gobernados por quienes menos deseamos, en tal caso nuestra responsabilidad es exigir, revisar y controlar el ejercicio del poder público.

 

En este contexto, la participación ciudadana individual, aunque valiosa, no es suficiente para desafiar las estructuras de poder que actúan en detrimento de los sectores más vulnerables de la sociedad. Para ello, la organización colectiva es fundamental para lograr una transformación integral significativa.

 

A lo largo de la historia, los cambios más profundos en las estructuras sociales y económicas han sido impulsados por la capacidad de las personas para unirse en torno a objetivos comunes, de esta forma la organización ciudadana no solo potencia la capacidad de acción, también fomenta una conciencia compartida sobre las injusticias que persisten, permitiendo cuestionar y confrontar las dinámicas de poder que buscan mantener la desigualdad y la opresión. Además, al compartir experiencias y conocimientos, las personas comprenden mejor las raíces de su situación y, también construyen una comunidad de resistencia fortalecida por la solidaridad. En este sentido, la organización colectiva es un principio esencial para aquellos que buscan un cambio social profundo, construyendo una sociedad sobre las bases de la cooperación y el compromiso colectivo.

 

La ciudadanía dispone de diversas herramientas institucionales, como los partidos políticos, esencialmente aquellos que operan bajo los principios de línea de masas y desempeñan un papel crucial en canalizar las demandas populares hacia el ámbito político formal. Este principio se basa en que las organizaciones políticas deben reflejar y representar los intereses de las amplias capas de la sociedad, especialmente de los sectores marginados o sub representados. Al conectarse con las comunidades y escuchar sus preocupaciones, los partidos políticos que siguen esta línea facilitan la participación activa de la ciudadanía en el proceso político.

 

Cuando la ciudadanía se involucra activamente en los asuntos públicos, no solo ejerce su derecho a influir en las decisiones que impactan sus vidas, sino que también se convierte en agente de cambio, capaz de transformar las estructuras sociales, económicas y políticas. La participación organizada canaliza los esfuerzos colectivos de manera más efectiva, logrando una mayor incidencia en las políticas públicas y asegurando que las demandas sociales se atiendan objetivamente, en consecuencia, facilita la adopción de medidas que mejoren las condiciones materiales de la sociedad.

 

En última instancia, una participación política robusta y organizada es clave para alcanzar una sociedad donde el bienestar sea compartido por todos, donde las oportunidades estén al alcance de cada individuo y donde la justicia social se convierta en una realidad tangible, contribuyendo así a un futuro más justo, equitativo y próspero para todos.

Existen diversos factores que condicionan la actividad de las y los ciudadanos en la esfera política, tanto de carácter objetivo (instituciones, los partidos políticos, grupos de interés, clases sociales) como subjetivo (cultura, conciencia, tradiciones, formación política, religión), ambos pertenecientes a un sistema político en el cual, la cultura política constituye un papel trascendental en la construcción de cualquier proceso de transformación social, política y económica que marque el rumbo de un país.

 

En este contexto, hablar de cultura política pareciera sencillo de explicar, sin embargo, es un fenómeno que no es estático; se va modificando, reajustando, reacomodando y desarrollando de acuerdo a la exigencia del momento histórico por el que transita, por tanto, la evolución que presenta no se muestra en una sola exhibición y se lleva a cabo de manera gradual con acciones cotidianas. En este sentido, cada país, Estado e incluso municipio cuentan con su propia cultura política, la cual crea un periodo de transición en donde surgen nuevos actores o grupos políticos que buscan acceder al poder en virtud de las masas, quienes encabezan un proyecto que es asumido por actores políticos y sociales que apoyan y legitiman el proceso revolucionario que dé como resultado la creación de una cultura política de nueva era.

 

Dicho proceso se determina por una serie de elementos que, en conjunto construyen y dan forma a la cultura política, entre ellos, la socialización, la ideología y la comunicación política, estos tres con una profunda vinculación dinámica interrelacionada de información política que el individuo y la sociedad van incorporando a su forma de vida a través de diferentes etapas; desde la niñez a través de diversos agentes socializadores como la familia, jardín de niños, escuela primaria o grupos de amistad hasta la etapa secundaria en las instituciones educativas de nivel medio o superior, medios de difusión masiva u otras instituciones como partidos políticos, organizaciones políticas, sociales y de masas, etc. [1]

 

De esta manera, podemos observar que para la encaminar una transformación de fondo se debe orientar la formación política desde las primeras etapas de vida para lograr una sociedad con un objetivo definido en donde se alcance el máximo potencial de armonía y desarrollo en beneficio de un país.

 

Para concluir el abordaje general del tema objeto de análisis, queremos invitarles a la siguiente reflexión: ¿Qué rumbo lleva la cultura política en México?  

 

[1] Para profundizar en estas etapas puede consultarse a Carlos Cabrera Rodríguez: “La cultura política: conceptualización y principales paradigmas teóricos.” 2015, Ed. Félix Varela, La Habana, Cuba. Pp. 266-308

 

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