La década de los noventa fue muy importante para la democracia mexicana ya que, tanto a nivel federal como local, y atendiendo las inquietudes y los llamados de la ciudadanía, se realizaron una serie de reformas en materia electoral con el objetivo de fortalecer el camino hacia la consolidación democrática.
En tal sentido, en nuestro estado de México, en febrero de 1995 se publicó una reforma constitucional en la cual, entre otros aspectos, se señaló que la organización, el desarrollo y la vigilancia de los procesos electorales se realizarían por un organismo público autónomo, el cual estaría dotado de personalidad jurídica y patrimonio propios.
Al respecto y como antecedente, es oportuno recordar que antes de la reforma mencionada las elecciones en nuestro estado eran organizadas por la Comisión Estatal Electoral, la cual estaba integrada por: dos funcionarios del poder ejecutivo estatal, un diputado local, un representante de cada partido político registrado y un secretario (cargo que era ocupado por un notario público de Toluca).
Ahora bien, con base en la reforma constitucional aludida, en marzo de 1996 se publicó el Código Electoral de nuestra entidad, ordenamiento que dispuso que el organismo autónomo al cual se refería la Constitución se denominaría Instituto Electoral del Estado de México (IEEM). Asimismo, se estableció que el órgano superior de dirección del Instituto sería un Consejo General, el cual estaría integrado por una presidencia, cuatro consejerías del Poder Legislativo y seis consejerías electorales, todas con voz y voto.
Conforme a lo señalado, se puede observar que el cambio que se dio, al pasar de una Comisión a un organismo autónomo, fue impulsar la imparcialidad de quienes organizaban y vigilaban los procesos electorales.
Así, atendiendo a lo dispuesto en la Constitución y el Código Electoral mexiquenses, en abril de 1996 se llevó a cabo la primera sesión del Consejo General del IEEM, por lo que es a lo largo de dicho mes que se conmemora al Instituto.
Sin lugar a duda, la labor del IEEM ha sido trascendente y muy compleja en la construcción de nuestra democracia, pues el camino no sólo ha sido largo, sino que ha representado, en cada proceso electoral, un desafío, pues se ha procurado responder tanto a las demandas de la ciudadanía, como a la constante modificación de los contextos políticos y sociales de nuestro estado.
En ese orden de ideas, exhorto a quienes servimos en el IEEM para que nuestro Instituto siga rememorando sus orígenes y no olvidemos que su creación se dio, en gran medida, por la exigencia de la sociedad que requería independencia e imparcialidad en la organización de las elecciones.
Por último, considero que la ocasión debe aprovecharse para revisar el desempeño del Instituto y, de esta manera, poder señalar críticamente los aspectos que se deben corregir y mejorar en aras de que siga contribuyendo a la consolidación democrática de nuestro estado de México.
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