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Martes, 20 Agosto 2019 09:00

La urna electrónica

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En el mes de junio anterior, se llevaron a cabo diversos encuentros entre legisladores, académicos y especialistas para discutir sobre una reforma electoral que redefina algunas reglas del juego democrático para fortalecer este régimen de gobierno que nos hemos dado los mexicanos. En ese sentido, vale la pena recuperar una de las propuestas que fueron puestas sobre la mesa de análisis, relacionada con la posibilidad de implementar en un futuro la denominada urna electrónica. Esta manera de recibir la votación ha sido llevada a la práctica en otras latitudes a nivel mundial (Estados Unidos, Filipinas, Francia y Corea del Sur) así como nacional (Ciudad de México, Coahuila y Jalisco). Se trata de un modelo de votación que consiste en el diseño y programación de una máquina en la que el ciudadano, de manera virtual, elija la opción de su preferencia en una boleta que se despliega electrónicamente en una pantalla como la de una computadora.

 

Esta forma sencilla de interacción de un elector ha presentado varias bondades en los lugares en que se ha puesto en práctica. Una de ellas es, sin duda, el ahorro en la producción de material impreso (boletas) que, al menos en las elecciones en nuestro país, no se utilizan al cien por ciento debido a los niveles de abstencionismo presentes. Así, la urna vendría no sólo a facilitar la emisión de un sufragio sino también a incidir positivamente en cuestiones medio ambientales y financieras de los organismos electorales responsables de organizar los comicios.

 

Otra faceta positiva es que, ya que se trata de un sistema operativo computarizado, los votos empiezan a ser contados en el momento mismo en que son enviados a la base de datos, lo cual genera que en tiempo real se tengan las tendencias de votación, agilizando el cómputo de los mismos. Como es sabido, en el caso mexicano, los votos se cuentan una vez que ha cerrado la casilla el día de la jornada (regularmente a las 18:00 hrs.); en algunas experiencias anteriores, se observó que este procedimiento tardaba horas especialmente cuando se trataba de elecciones concurrentes. En ese sentido, la utilización de la urna electrónica ahorraría tiempos y esfuerzos humanos para dar a conocer el sentido del voto ciudadano, abonando a la certeza del proceso.

 

Si bien lo anterior puede dar una idea de que la urna resolvería algunos problemas detectados en elecciones recientes, hay otras perspectivas que disminuyen el valor práctico que tiene. Por ejemplo, si se aplicara en el Estado de México, se requeriría de un gran esfuerzo logístico para la instalación de al menos una casilla en distritos urbanos o semi urbanos representativas de las más de 19 mil que ordinariamente se instalan. Además, considerando que nuestra geografía presenta áreas de difícil acceso –como por ejemplo el sur de la entidad-, es probable que haya electores a quienes no llegue esta modalidad de voto. Aunado a lo anterior, puesto que se trata de un sistema informático, se requiere de una óptima conectividad a internet para que se alimente sin contratiempos la base de datos y es de dominio público que hay zonas en el país en que se reportan constantes fallas en la red.

 

Otro aspecto no menor tiene que ver con la confianza ciudadana en este tipo de herramientas. En efecto, una característica sociocultural de nuestro país es que vemos con ciertas dudas las innovaciones tecnológicas puestas al servicio de los procesos electorales. Baste con recordar los inicios del Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) que fue cuestionado por no arrojar información de manera rápida lo cual derivó en cuestionamientos hacia él. Una situación similar podría registrarse con la urna electrónica con mayor énfasis si se tratan ya no de cifras extra oficiales sino de resultados al momento.

 

Además, para garantizar la inviolabilidad del sistema (es decir, que no se corra el riesgo de intromisiones o ataques cibernéticos) se deberían procurar servidores, respaldos virtuales y demás medios para que la base de datos no se vea comprometida durante toda la jornada. En ese sentido, también implicaría una inversión importante considerando que los desarrollos tecnológicos en estos ámbitos suelen ser elevados en costos.

 

Con todo, la propuesta reviste de gran importancia especialmente en nuestro contexto político-electoral en donde el reclamo constante de la ciudadanía es que los resultados sean transparentes, confiables y certeros. La incorporación de tecnologías a las elecciones no es algo desconocido en México, sin embargo, hace falta trabajar para que los procesos de renovación de cargos públicos en los diferentes ámbitos gocen de toda la credibilidad posible y atraigan a más electores, sobre todo del sector juvenil que pueden ver en esta modalidad algo más cercano a sus formas de interacción cotidiana. Si la urna cumple con el objetivo, habrá sido una óptima incorporación al sistema electoral y a la democracia misma.

 

¡Hasta la próxima!

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