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Martes, 03 Junio 2025 08:00

Éxito o fracaso, llevar a las urnas la integración del Poder Judicial

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La jornada electoral del domingo primero de junio fue distinta a todas las jornadas que hemos vivido, y eso era evidente. Desde el arranque, en el mes de enero, se dijo que nos encontrábamos frente a un proceso electoral inédito e histórico.

 

Se rompieron paradigmas en la organización de las elecciones y se puso en marcha todo el conocimiento y la experiencia de las personas que colaboran en las áreas técnicas del Instituto Electoral del Estado de México. Las autoridades electorales cumplieron con su facultad y con su obligación.

 

A nivel nacional, el INE, a través de la consejera presidenta Guadalupe Taddei, dio el resultado de estimación del porcentaje de participación ciudadana, que se realizó con base en una muestra de casillas seccionales y con la definición de los métodos estadísticos pertinentes realizados por especialistas en estadística.

 

En total transparencia, se mencionó que el porcentaje de votación fue del 13.32%. Por supuesto que, desde diferentes trincheras, se construyen narrativas encontradas: unas que refieren que la elección y la reforma fueron un fracaso, y otras más que fue un éxito, ya que la ciudadanía que participó lo hizo en libertad plena, ejerciendo sus derechos. Ambas consideraciones son válidas, vistas desde la óptica de las convicciones y creencias de cada persona.

 

Lo cierto es que, de forma objetiva y ante un proceso pionero, vale la pena destacar que estamos obligados en conjunto —autoridades electorales, la clase política de todos los partidos a nivel federal y local, medios de comunicación, sociedad civil y la ciudadanía en general— a reflexionar y mejorar este ejercicio.

 

La democracia debe considerar todas las visiones; mayorías y minorías deben tener consensos y pensar realmente en el bien común de la sociedad. Yo sí estoy convencida de que es correcto que el Poder Judicial sea conocido por la ciudadanía y se sepa de la importancia que tiene en un sistema de pesos y contrapesos, así como de la labor que desempeñan jueces, magistraturas de diferentes especialidades y, por supuesto, ministros y ministras.

 

El acierto de la reforma fue poner en la conversación pública a un poder no solo opaco, sino alejado de la ciudadanía. Claro que hay un sinnúmero de aprendizajes y cosas que modificar. Una reforma electoral, tanto en lo federal como en lo local, debe ser impulsada con diálogo y consensos.

 

Algunos temas a revisar: la posibilidad de considerar elecciones escalonadas; elegir por voto popular solo a la cúpula del Poder Judicial; crear otro mecanismo para la designación de los juzgadores de primera instancia; lectores ópticos en boletas con demasiados cargos, cuidando la integridad y la seguridad; el diseño de boletas más sencillas para el electorado y más incluyentes; financiamiento público o privado; el pautado en redes, con reglas claras; campañas con verdadero piso parejo; los tiempos; el presupuesto; generar una mejor evaluación para elegir a los mejores perfiles. Tenemos mucho que hacer de cara al 2027, que está más cerca de lo que imaginamos.

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