Parte de ese estado de derecho son los derechos humanos, inherentes para todas las personas sin importar su raza, color, sexo, edad, religión, nacionalidad, lugar de residencia, lengua o cualquier condición; son derechos que tenemos solo por existir y están garantizados: son universales e inalienables, ahí están el derecho a la vida, a la libertad, la alimentación, la salud, el trabajo, los cuales son solo algunos de los derechos que tenemos y que deben ser respetados.
Sin embargo y a pesar de que en 2011 nuestro país dio un viraje en este rubro con la reforma constitucional en materia de derechos humanos poniendo al centro la dignidad de las personas y estableciendo un nuevo paradigma al incorporar todos los derechos humanos de los tratados internacionales, la obligación de las autoridades de ponderar el principio pro persona, promover respetar, proteger y garantizar los derechos humanos; el tema de los linchamientos pone de manifiesto la crisis de las autoridades, del estado y también de todos nosotros como sociedad.
La violencia como el uso intencional de la fuerza o el poder físico, de hecho, o como amenaza, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones se ha normalizado y muestra de ello son los linchamientos que son grupos numerosos de hombres y mujeres de diferentes edades y estratos sociales que participan de manera directa o bien azuzando la violencia, ante la tentativa o rumor de ilicitos como son robos, secuestros y violación de sus derechos.
Ante la corrupción, la impunidad, el abuso, existe un exacerbado nivel de enojo, frustración, rabia y descontento de la ciudadanía, todas son causas de la violencia individual y colectiva, los datos lo corroboran pues de 1988 a 2014 se registraron 366 casos y de 2016 a 2022 de acuerdo con un estudio realizado por la UAM 1619 casos e intentos, siendo Oaxaca, Puebla, Tlaxcala, Estado de México y Guerrero los estados donde se registran con mayor frecuencia. Mucho que reflexionar más por hacer.