Para 2024 podemos decir que no hay duda de que una mujer sea la que ocupe la silla presidencial, en mi entrega anterior referí que en América Latina nuestro país llega tarde a que sea una mujer la que ocupe ese espacio en comparación con otros países, sin embargo; algo que debe darnos ánimo es que esa barrera invisible que se materializaba en todos los ámbitos incluido el político, gracias a esa cultura machista y patriarcal, hoy podemos comenzar a dejarla atrás.
Todavía en 2015 en el estudio realizado por el IEEM en colaboración con la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, el dato que saltaba a la vista es que tanto hombres como mujeres expresaron que sí votaban por mujeres en algunos cargos, pero no en todos sobre todo cuando se incrementaba el tipo de cargo y responsabilidad, lo que nos habla de la existencia de estereotipos muy marcados aun culturalmente.
Pese a que 9 de cada 10 mexicanos votaría por una mujer para la presidencia de la república, las mujeres que contenderán se enfrentan a los sesgos por ejemplo en el tema de la cobertura mediática en la que hay hombres y mujeres del ámbito académico e incluso exfuncionarios electorales que más allá de hacer criticas basadas en el contexto laboral, observo han desviado su atención a reproducir estereotipos de género, minimizando la autonomía y la trayectoria política y profesional.
Es lamentable que mujeres en sus colaboraciones periodísticas, usen expresiones que demeritan, que refieren ser feministas, pero solo en el discurso porque sus letras avivan el discurso de odio y polarización que tanto suelen incluso criticar. La descalificación no abona el debate de ideas y el análisis de propuestas son necesarios si queremos contribuir.
Para las mujeres estar en política ha significado enfrentarse a un juicio más riguroso y complejo, eso es lo que hay que erradicar, ya que las mujeres seguimos siendo juzgadas por patrones de asimilación masculinos y al no encajar, viene la discriminación.
Nuestra democracia requiere de propuestas claras, concretas de debates, de construcción de ideas y deconstrucción de conceptos, hombres y mujeres estamos obligados a ello en la trinchera en la que nos encontremos.