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Viernes, 31 Octubre 2025 06:00

El techo de cristal conservador: Takaichi y la paridad en Japón

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La elección de Sanae Takaichi como la primera mujer en ser ministra de Japón, es sin duda un hito, al liderar la potencia asiática, nación que ocupa el puesto 118 entre 148 países en el Informe de Brecha de Género 2025 del Foro Económico Mundial. En un ambiente político históricamente dominado por hombres, su llegada rompe un techo de cristal que parecía intocable, no obstante, esta victoria presenta una profunda paradoja que devela las complejas brechas que el país enfrenta.

 

La llegada de Takaichi al poder es un potente símbolo, al mostrar que una mujer puede alcanzar la cúspide política, desmantelando la arraigada creencia social de que el liderazgo máximo es un coto masculino exclusivo. No obstante, que por primera vez llegue una mujer a ocupar este cargo, implica retos; y el progreso de la nación en los temas de género, no se medirá únicamente por su presencia, sino más bien por la agenda que deberá impulsar.

 

La ministra es una figura de la política ultraconservadora japonesa, cercana a la línea del Partido Liberal Democrático (PLD). Su discurso y sus posiciones políticas parecen lejanas de las reivindicaciones históricas de los temas de género, pues se ha pronunciado firmemente en contra del matrimonio igualitario, la enmienda a la ley que exige a las parejas casadas tener el mismo apellido, continua siendo una norma que presiona mayoritariamente a las mujeres a cambiar el suyo, a favorecer la sucesión imperial exclusivamente masculina; por lo que ante dicho panorama el único “avance” dentro de sus primeras acciones frente al cargo, ha sido nombrar únicamente a dos mujeres dentro del gabinete, pese a sus promesas de campaña donde pugnaba por la configuración del ejecutivo con alta presencia de ellas.  

 

Su perfil genera una incómoda disonancia: la primera mujer Primera Ministra de Japón no es una abanderada de las políticas de igualdad de género; por el contrario, su ideología refuerza los roles de género tradicionales que han mantenido a Japón en el puesto más bajo entre las democracias del G-7.

 

El “efecto Takaichi” corre el riesgo de ser una excepción que confirma la regla, y no el inicio de un cambio sistémico. Las brechas de género en Japón son profundas y se manifiestan en:

 

  1. La Infra representación en el liderazgo político: A pesar de las implicaciones de contar por primera vez con una mujer ministra, Takaichi solo designó a dos mujeres ministras en su gabinete inicial (de un total de 19), y el porcentaje de mujeres en el Parlamento sigue siendo irrisorio. La política, con sus horarios extensos y su cultura de redes masculinas, representa un ambiente hostil para las mujeres, quienes cargan desproporcionadamente con el trabajo de cuidado no remunerado. La revista The Economist, sitúa a Japón en el tercer lugar peor para las mujeres trabajadoras entre las naciones desarrolladas.
  2. La presión social: Persiste la expectativa de la "buena esposa y madre sabia" que obliga a las mujeres a priorizar la vida familiar sobre la profesional. Esta carga dual es el principal obstáculo para que las mujeres con ambición política o profesional mantengan sus carreras a largo plazo.
  3. La brecha de contenido: El feminismo busca transformar las estructuras de poder, que una mujer acceda a la jefatura de gobierno es importante, pero si su agenda perpetúa la desigualdad, el avance es meramente superficial. Su liderazgo, en lugar de ser una palanca para las reformas pendientes, podría ser utilizado como argumento por el statu quo para afirmar que la igualdad ya no es un problema prioritario versus la política de hacer Japón fuerte nuevamente.

 

Si bien, la elección de Takaichi es un momento histórico que debe ser celebrado, también, es un recordatorio de que el acceso de las mujeres al poder no garantiza, automáticamente, un avance de la agenda paritaria y de género. La verdadera igualdad sustantiva en Japón llegará cuando la presencia femenina en la política no sea una consecuencia del conservadurismo, sino una suma de voces diversas que impulsen una política que desmantelen las estructuras tradicionales, como la paridad legal en el Parlamento, la igualdad salarial y la reforma de las leyes civiles que penalizan a las mujeres.

 

Solo cuando el liderazgo femenino abrace una visión de género que transforme la sociedad japonesa, en lugar de encarnar las tradiciones, este simbólico techo de cristal se convertirá en un peldaño hacia la igualdad.

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