Once años: la memoria como resistencia colectiva
Escrito por Flor Angeli Vieyra VázquezHan pasado once años desde la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, Guerrero. Durante este tiempo, la exigencia de verdad y de justicia permanece como una herida abierta y, al mismo tiempo, como un recordatorio de que la memoria es el punto de partida para fortalecer la vida democrática. Recordar significa impedir que el silencio y el olvido se conviertan en norma: la memoria puede construirse un futuro en el que hechos como estos no se repitan.
Ayotzinapa quedó grabado en nuestra historia y nos hace pensar en lo que significa realmente la democracia. En un país donde la participación es clave, el ejercicio del voto adquiere una dimensión que trasciende lo individual; es una herramienta de exigencia, de construcción colectiva y de defensa de los derechos fundamentales. Votar va más allá de elegir representantes, es afirmar que la sociedad no permanece inmóvil ante la violencia y la impunidad.
La memoria de Ayotzinapa nos lleva a reflexionar sobre la importancia de los Derechos Humanos como límite y orientación de la vida pública. La Constitución y los Tratados Internacionales establecen que la dignidad de cada persona no puede ser vulnerada y que ninguna norma ni autoridad está por encima de este principio. Recordar a los 43 normalistas es tener presente que los Derechos Humanos se ejercen todos los días en la vida cotidiana, en el acceso a la justicia y en la capacidad de las instituciones para garantizarlos.
Cuando un recuerdo histórico se transforma en acción y en expresión colectiva, adquiere nuevas formas de resistencia, estas ven la luz en reflexiones culturales, académicas o incluso institucionales. En distintas partes del país, las familias de las víctimas han encontrado en la palabra, el arte y la vida cotidiana maneras de mantener viva la búsqueda para darle sentido a la justicia.
En este contexto, vale la pena referir al libro Recetario para la Memoria un proyecto colaborativo, gastronómico, fotográfico y social de Zahara Gómez Lucini y las Rastreadoras del Fuerte, que nos invita a reflexionar a partir de la lectura de diversos relatos que surgen desde la cocina de algunas de las madres de personas desaparecidas en México.
En sus páginas se puede leer textualmente “Con este libro, Las Rastreadoras nos ayudan a conocer a sus familiares, a nuestras personas desaparecidas, contándonos cuál es el platillo favorito de sus seres queridos. Este libro nos permite acercarnos a cada una de las historias no desde las cifras o las estadísticas, sino desde la parte más humana de cada una de las personas que nos han arrebatado. Cada receta que nos comparten nos ayuda a conocer mejor a sus seres queridos desaparecidos y nos muestran el hueco que han dejado cada uno de ellos y ellas no sólo en su familia, donde les extrañan cada instante, sino en todas nosotras y nosotros como sociedad”.
Ayotzinapa y el Recetario para la Memoria nos recuerdan que la democracia necesita instituciones capaces de garantizar y hacer realidad los Derechos Humanos para todas las personas y, también, una sociedad activa que los vigile, cuide y exija de manera constante. Ambos permanecen como una responsabilidad presente frente a la exigencia de justicia y no como un ejercicio del pasado.
La frase “Nunca olvidar” significa construir condiciones para que la democracia se afiance en la igualdad y el respeto a la dignidad humana. Recordar a Ayotzinapa y conocer las historias de vida contenidas en el Recetario para la Memoria implica apostar por una ciudadanía activa para que hechos como estos no vuelvan a tener cabida.
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