A lo largo de los últimos años, ha crecido en Irán un movimiento de rechazo a las leyes del velo obligatorio, que ha llevado a mujeres y niñas a protagonizar valientes actos de desafío. Algunas aparecen en silencio en lugares públicos, agitando una asta con el velo atado a uno de sus extremos, mientras que otras comparten vídeos en los que aparecen caminando por la calle con el pelo al aire: un gesto que muchas personas daríamos por sentado.
A este movimiento se han unido hombres y algunas mujeres que optan por llevar el hiyab. Se trata de un movimiento que defiende la libertad de elección, es decir, el derecho de las mujeres a decidir qué llevar sin temor a ser hostigadas, agredidas, amenazadas o encarceladas.
Sin embargo, para las autoridades iraníes, el vigor y la fuerza del movimiento ha sobrepasado los límites y han reaccionado con una marcada campaña de represión. Desde enero de 2018, numerosas personas han sido detenidas por defender los derechos de las mujeres, entre ellas varios hombres. Algunas han sido torturadas y condenadas a penas de cárcel o azotes en juicios manifiestamente injustos.
En marzo de 2019 Narsin Sotoudeh, fue condenada a 38 años y 6 meses de cárcel y 148 latigazos, tras haber sido hallada culpable en dos juicios; algunos de los cargos que se le imputan, como el “incitación a la corrupción” y la “prostitución”, derivan de su trabajo como abogada de mujeres detenidas por haber protestado contra las leyes del velo, y son también consecuencia de su propia oposición al velo obligatorio y del hecho de haber aparecido sin velo en la cárcel.
En abril de ese mismo año, fueron detenidas Yasaman Aryani, Monireh Arabshahi y Moigan Keshavarz por la publicación de un vídeo que se hizo viral el Día Internacional de la Mujer, en el que aparecían sin velo en el metro de Teherán, repartiendo flores entre las pasajeras. Hoy Yasaman Aryani cumple una condena de 6 años de cárcel.
Recientemente, el 16 de septiembre, Mahsa Amini, una ciudadana de 22 años falleció después de su detención violenta por la “policía de la moral”, por no cumplir las leyes discriminatorias sobre el uso obligatorio del velo.
En pleno siglo XXI, todo lo anterior podría sonar como un relato distópico, pero por desgracia no lo es. Es la realidad de millones de mujeres y niñas en Irán, en donde el Estado ejerce un estricto control sobre su cuerpo, pues de conformidad con su legislación, las mujeres están obligadas a cubrirse el cabello con un velo, y las que no, son consideradas delincuentes. Sin embargo, el control del cuerpo de las mujeres no es prerrogativa exclusiva del Estado, lo que ha llevado a agentes parapoliciales a arrogarse la responsabilidad y el derecho de imponer los valores de la República Islámica, acosando y agrediendo a mujeres en público. Todo eso por el delito de ejercer su derecho a llevar puesto lo que desean.
Criminalizar a las mujeres y las niñas que se niegan a llevar el hiyab es una forma extrema de discriminación. Este tipo de leyes violan todo un repertorio de derechos, entre ellos los derechos a la igualdad, a la intimidad, a la libertad de expresión y de religión, degradando a las mujeres y a las niñas, privándolas de sus derechos. Ninguna sociedad democrática puede estar ajena a lo que está sucediendo en Irán.