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Viernes, 06 Marzo 2020 11:34

LA MUERTE ES VISITA PERMANENTE, REHÉN EN NUESTRA PATRIA

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Nacemos para morir; desde el primer respiro, desde ese primer instante de vida lo único que nos acompañará por siempre es la latente muerte. En el parque, tomando café en una noche fría, entre el papeleo de la oficina, en la borrascosa carretera, mientras sueñas, mientras vibras, mientras vives; en cualquier lugar, en cualquier momento, siempre la muerte está rondando.

 

Es natural, la muerte es tan natural como los bosques, como los ríos de agua tibia, como las aves, como nosotros mismos; es natural y aunque no sepamos que significa exactamente, todos alguna vez habremos de conocerla. A la muerte la significamos de muchas formas, podemos admirarla, temerle, burlarnos de ella, pero no podemos escapar. Es natural que llegue y se funda en nuestro abrazo; lo que no es natural es invitarla a vivir en casa, no es natural convertirla en bala.

 

En medio de la consternación por los lamentables hechos de violencia recientemente ocurridos, que han venido a cimbrar a nuestra conciencia social, solo para recordarnos que hace mucho tiempo la muerte es parte del devenir cotidiano en nuestro país, donde a diario se acrecientan las cifras ominosas de muertos y desaparecidos, cuyas causas varían desde la incidencia en el orden familiar hasta el ciclo de violencia sanguinaria generada por el crimen organizado. Sin que nos cause mayor asombro que espanto, estos hechos han puesto de manifiesto que la sociedad mexicana se halla en un momento crítico; quebrantada, dolida, y secuestrada por la violencia; es necesario asumir que como sociedad le estamos fallando a las nuevas generaciones. Juzgar y lamentarnos sería cosa fácil; culpar a los medios de comunicación o las redes sociales, sería incluso un absurdo. La violencia no es justificable, como tampoco es justificable voltear a un lado y no darse cuenta que por sí misma, esta sociedad ha ido de apoco acercándose a un punto sin regreso.

 

México es una nación fundada en los valores y la tradición de la familia, no se debe perder de vista que es en ella, como estructura primaria, donde se alimentan las expectativas para el desarrollo del país. Es en el seno familiar donde se construye la patria, donde se mantiene el espíritu de lucha y la búsqueda de un mejor mañana. Ante ello, no debe haber tregua contra aquello que promueva la ruptura de los lazos familiares. No debe haber fenómeno externo que quebrante la intencionalidad de estos lazos, más allá de la política, de la educación institucional, de los nuevos paradigmas; es en la familia donde debe concentrarse la restauración de lo que hasta ahora se ha fragmentado.

 

La violencia sistemática que padece nuestro país, multifactorial y permanente, ha lacerado considerablemente los valores y principios de la sociedad mexicana, por ello, es de elemental interés, mirar de cerca los puntos vulnerables y reconstruirlos a través de la familia, en cualquiera de sus modalidades y estructuras. No hay más que la minuciosa tarea de fomentar la solidaridad, el compromiso y la responsabilidad de dar vida a lo que de a poco nos ha sido arrancado; la tranquilidad, la seguridad y nuestros sueños.

 

La muerte es nómada, omnipresente. No debería tener patria. Pero la muerte esta vez ha encontrado hogar, cohabita con nosotros más que nunca, más que siempre; está en los pueblos y está en la ciudad, en forma de amigo o de autoridad; camina de la mano de los pobres, de los que buscan libertad. Se ha disfrazado de gobierno, de sicario, de compañero. La muerte está en cada lugar.

 

El mundo se enfrenta a retos indescifrables, por doquier se asoma la desgracia, la guerra, el conflicto, la especulación y la rentable paranoia. Son muchas las cuestiones que rodean el futuro de la humanidad, donde la maldad y la muerte se refugian en cualquier rincón. Lamentablemente, en México la muerte es visita permanente, es rehén en nuestra patria, se multiplica y nos encierra en casa; la muerte es amiga de la desesperanza.

 

La sociedad en su conjunto tiene la responsabilidad de reformular el futuro, de darle un giro a la trama fatídica que le acosa a diario, la familia, las instituciones y la voluntad individual, deben ser el eje reconstructor de nuestro lacerado México. Todos y cada uno, tenemos la responsabilidad de no mancharle más con sangre inocente.

 

Iván Olivares Miranda

Presidente de la filial de Lerma

 

 

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