El 2019 amanece, y en el mundo, las democracias de primera línea se resquebrajan, preocupando a millones de ciudadanos, que contemplan el cierre parcial del gobierno norteamericano, a cargo del Presidente, Donald Trump, en una decisión que semeja un arrebato estridente debido a que la bancada demócrata le ha negado los recursos necesarios para construir el muro fronterizo con México. Trump ha dejado en entredicho su ya escasa reputación como mandatario de uno de los países más poderosos del mundo, gestor de pilares democráticos que han sido imitados por otras naciones.
Por si fuera poco, en el Viejo Continente, Gran Bretaña padece los estragos de una decisión mal tomada, la del Brexit, que actualmente se ha tornado en un polvorín para la todavía Primera Ministra de esa región, Theresa May. Con el agua hasta el cuello, May ha tratado de hacer valer el voto británico de 2016, cuando millones de sus gobernados optaron por abandonar la Unión Europea. Sin embargo, ante la gran cantidad de desacuerdos por parte de dirigentes opositores y "aliados", que han calculado pérdidas estratosféricas en el marco de esta salida, diversos actores políticos buscan a toda costa echar para atrás el resultado obtenido en las urnas, o por lo menos, negociar con la UE un acuerdo bilateral.
Igualmente, Francia, la cuna del perfeccionamiento de la democracia, ha visto mermada su confianza en la Presidencia y sus impopulares medidas, especialmente la de suprimir de manera parcial el impuesto sobre la fortuna, a favor de los más ricos. En lugar de conciliar y dialogar, líderes galos opuestos al gobierno de Emmanuel Macron, han recurrido al pueblo para salir a las calles y protestar, a veces, de manera violenta, incendiando autos, poniendo en riesgo a los participantes de esas marchas. Ante tales reclamos, Macron ha tenido que convocar a una gran cantidad de líderes locales para demostrar su intención de pactar y favorecer a los más desprotegidos, sin embargo, su popularidad ronda un pobre 30 por ciento.
Cualquiera podría preguntarse qué le depara entonces a la democracia si Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia tienen un lío. A Trump parece no importarle que los funcionarios de bajo perfil de su gobierno tengan que ir a laborar normalmente sin recibir pago alguno, a menos de que prefieran renunciar. May y la oposición han colocado al Reino Unido en un limbo legal que podría generar una inflación desmedida. Macron parece sufrir el desencanto del electorado que lo colocó en la silla presidencial, bloqueando las oportunidades de refrescar la vieja clase política gala.
Afortunadamente, las crisis de estas naciones, si bien han golpeado a la democracia, también, ésta ha germinado robusta en otras latitudes. Así, como cada año, la Unidad de Inteligencia The Economist, empresa británica encargada de analizar los movimientos financieros de diversos países, publicó los resultados de sus mediciones en materia democrática, llegando a la conclusión que la democracia global no ha sufrido deterioro por primera vez en tres años.
Para medir estos índices, UIE considera aspectos internos de 165 países, incluyendo su cultura política, las libertades civiles, el funcionamiento gubernamental, los procesos electorales y pluralismo y la participación política. Otros resultados destacados son el aumento de participación ciudadana en elecciones y el incremento de mujeres en la esfera política.
Naciones como Noruega, Islandia, Suecia, Nueva Zelanda y Dinamarca prosiguen como los estandartes más firmes de la democracia. En el caso de América Latina, Costa Rica pasó de ser una "democracia débil" a una "democracia completa". En este mismo ranking, naciones como Armenia, Macedonia, Ecuador, Haití y Túnez han mejorado considerablemente su situación, otorgando más libertades a sus ciudadanos.
Es evidente que la democracia no es rehén de nadie. Es perfectible y parte inherente de la búsqueda de igualdad y justicia en cualquier territorio. En Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia la democracia volverá, siempre límpida, siempre cristalina.