Participación de la ciudadanía en temas científico-tecnológicos: retos y avances de la democracia
Mariana Macedo MacedoEl avance de los regímenes democráticos en el mundo es incuestionable. De acuerdo al influyente libro de Samuel Huntington La tercera ola (1994), aun con algunas pausas, la democracia se ha venido desarrollando en el mundo, no sólo en cuanto al número de países que han adoptado este régimen, sino a los derechos y libertades que la ciudadanía ha ido adquiriendo. Pese a lo antes dicho, se está lejos de que la democracia sea el régimen por excelencia en el mundo: de acuerdo al Democracy Index 2017 elaborado por la revista The Economist, se estima que el 49.2% de la población total del mundo vive en regímenes democráticos, mientras que el resto de la población se encuentra en regímenes “híbridos”, o bien, autoritarios. A la par, del análisis realizado, la misma revista indica cuáles pueden considerarse como “democracias plenas”: el número de países se reduce a 19, que comprenden una población del 4.5% del total mundial.
El término de democracias plenas, utilizado en el Democracy Index 2017, corresponde en gran medida a lo que teóricos de las ciencias sociales, principalmente de la ciencia política, ha venido definiendo como “calidad de la democracia”. De acuerdo con Robert Dahl (1989), uno de los principales teóricos de la democracia, para que exista un régimen democrático deben cumplirse ciertos mínimos, sin los cuales, difícilmente se podría hablar de una democracia. Estos son: elecciones libres, competitivas, inclusivas y universales. Bajo ese tenor, la democracia es entendida como la capacidad que tiene la ciudadanía de cambiar a sus gobernantes de manera periódica y legítima.
En ese orden de ideas, los países con trayectorias democráticas largas han ido avanzando en mejorar el desempeño de sus regímenes internos, transitando así, de una democracia a secas, a una calidad de la democracia. En ese sentido, la calidad de la democracia, a pesar de ser un término en construcción, de manera general se puede indicar que ésta se enfoca más en los elementos que implican mejoras en el ejercicio de los derechos y libertades de la ciudadanía, y no sólo en los procedimientos que aseguran la renovación de las élites políticas. De esta manera, cuanto más una democracia posibilita que quienes integran una sociedad, además de elegir a sus representantes, puedan sancionarlos, vigilarlos, controlarlos y exigirles que tomen decisiones acordes a sus necesidades y demandas, dicha democracia será de mayor calidad, y viceversa (Rivas, 2015).
Uno de los aspectos de la calidad de la democracia es la participación de la ciudadanía en los temas de interés público. Como se ha indicado, en las democracias desarrolladas, el voto para elegir a quienes los representan es sólo uno de los aspectos de la participación. A pesar de que existe una multiplicidad de formas en las que la sociedad podría participar (plebiscito; consulta popular; referéndum; consulta ciudadana; debate ciudadano; auditoría ciudadana; iniciativa ciudadana; proyectos sociales, entre otros posibles) por otro lado, igualmente existen temas de debate en las que se ha omitido la deliberación pública para tomar definiciones sustanciales, de largo plazo y/o transgeneracionales. Dentro de estos temas han ido adquiriendo preponderancia aquellos que involucran ciencia y tecnología.
De manera independiente a la presencia dentro de la normatividad sobre las formas de participación ciudadana además del voto, existe consistencia para que en los asuntos públicos que involucran ciencia y tecnología, se omita, a veces institucionalmente, la participación de la ciudadanía, principalmente por cuestiones de competencia. En ese sentido se indica, no sin connotaciones a veces despectivas, que la sociedad no se encuentra con la capacidad para participar en temas complejos, de base científica o técnica.
Pese a lo anterior, se tendría que considerar que la actual dinámica de la sociedad ha ido adquiriendo mayor fuerza en temas relacionados con la ciencia y la tecnología, dándole a estos un carácter plenamente público. Temas de actualidad como lo son el uso de energía nuclear, la liberación de cultivos transgénicos al aire libre, el fracking, el calentamiento global etc., se han definido en términos tanto de eficiencia o de solución de problemas como por creencias y orientaciones, sin que hayan existido entes mediadores y procesos que generen consenso o brinden legitimidad. En ese sentido, los debates sobre estos puntos de interés común no sólo han sido discutidos en camarillas cerradas, lejos de la esfera pública, sino que también han polarizado a la ciudadanía en diversos imaginarios.
En varias democracias, algunas de ellas ya enunciadas al inicio del presente, se han ido introduciendo estos temas antaño pertenecientes a los de grupos de expertos, como lo son científicos e investigadores, pero también de las burocracias técnicas de los gobiernos en turno. De ello se han derivado prácticas en las que la ciudadanía ha participado activamente en problemas que tienen como base a la ciencia y la tecnología: en Dinamarca a través de las así llamadas “comisiones de consenso”, en las que se llama a la ciudadanía a participar activamente en una serie de reuniones, donde se les brindan lecturas e información, para finalmente participar en un foro de consulta (Cuevas, 2008); en Estados Unidos, donde se incluyó la participación de diversos actores de la sociedad civil para la definición de políticas en contra del VIH; o los science shops creadas por universidades holandesas y alemanas para la inclusión de demandas de la sociedad civil (Invernizzi, 2004).
La experiencia en estos países es ejemplar: debido a que los temas, en efecto, son complejos y requieren una base de conocimientos para comprender su problemática, previo a realizar cualquier consulta, se proporciona a la ciudadanía la información necesaria para formarse un criterio razonado. Para ello, los especialistas, como son los consejos de ciencias, centros de investigación, universidades, asociaciones civiles, y en sí, los grupos y asociaciones de expertos como profesores, científicos, tecnólogos etc., adquieren un rol preponderante para guiar y proporcionar un marco que comprenda las posibles dimensiones de un proyecto en concreto. De esta forma, la propia participación adquiere un rol distinto y proactivo, ya que se mezclan sectores de la sociedad que en américa latina suelen recurrir de manera separada: científicos y ciudadanos.
Los puntos a favor de la participación de la sociedad en temas relevantes son varios: brindan legitimidad a las acciones gubernamentales, realimentan el diseño de los proyectos desde el punto de vista de los usuarios; concientizan a la ciudadanía sobre temas que tienen impactos diversos en ella misma y en su entorno; dirimen o ayudan a la transformación positiva de conflictos potenciales, etc. En ese sentido, el avance de la democracia no sería medido únicamente por el número de países con este tipo de regímenes o por los porcentajes de votación en elecciones periódicas, sino también por el involucramiento de la sociedad en los temas de interés común como lo son los científico-tecnológicos.
Post data
A propósito de la consulta popular sobre la construcción del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, a la que ha convocado el presidente electo, se han alzado distintas voces para opinar en favor o en contra del actual proyecto, la cual tiene una problemática hibrida de carácter científico-social que, sin embargo, se ha venido presentado como si fuera separada. Este tipo de proyectos comprenden aspectos ecológicos, sociales, técnicos, económicos, entre otros, que no han hallado un punto de fuga por sí solos. La consulta popular podría ser un elemento aglutinante de todos estos aspectos, sin embargo, el proceso de organización de la misma adquiere relevancia, ya que, contrario a lo arriba planteado, considero que no se han propuesto elementos para socializar las distintas dimensiones a las que se enfrenta el proyecto, por lo tanto, no se sabe sobre qué base de conocimientos se fundará el voto de la sociedad.
Por lo anterior, es importante realizar un ejercicio de reflexión sobre la calidad en la que se encuentra nuestra democracia.
Bibliografía incluida en el texto:
- Cuevas, Ana (2008). Conocimiento científico, ciudadanía y democracia, Revista CTS, nº10, vol.4, Enero de 2008 (pág. 67-83).
- Dahl, Robert (1989). La poliarquía: participación y oposición. Tecnos.
- Huntington, Samuel (1994). La tercera ola: la democratización a finales del siglo XX. Paidos Iberica.
- Invernizzi, Noela (2004). Participación ciudadana en ciencia y tecnología en América Latina: una oportunidad para refundar el compromiso social de la universidad pública. Revista CTS, nº 2, vol. 1, Abril de 2004 (pág. 67-83).
- Rivas Leone, José Antonio (2015). Calidad de la democracia y desarrollo democrático, Working Papers, Institut de Ciències Polítiques i Socials, 335, 3-16.
- The economist (2017). Democracy Index 2017. Free speech under attack.