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Jueves, 19 Noviembre 2020 16:46

DEMOCRACIA DIGITAL: ¿NUEVO PARADIGMA?

Vivimos una época de transición. El orden mundial, las reglas políticas, económicas, y sociales construidas a lo largo del siglo XX han sucumbido ante el impulso del cambio encabezado por las nuevas generaciones. Pocas son las instituciones que se mantienen inalteradas en los tiempos que vivimos.

 

En este proceso, las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) han jugado un papel preponderante. Si bien su existencia y popularidad no son nuevas, su rol como herramientas para acortar distancias, facilitar transacciones y automatizar procesos se ha manifestado con profunda claridad en la situación que atravesamos actualmente.

 

Los gobiernos y las instituciones democráticas no son ajenos a esta influencia. La relación que guardan las TIC respecto a los procesos de la esfera pública ha sido fuente de múltiples reflexiones y debates. Una de estos, bastante nutrido, pero aun inexplorado en ciertos ámbitos, tiene que ver con la e-democracia (del inglés, e-democracy) o “democracia digital”. De acuerdo con diversos especialistas, el concepto, el alcance o la existencia misma de una e-democracia todavía no están completamente definidos.

 

La democracia digital tiene diversas acepciones. Una de las más sencillas señala que la e-democracia es aquel espacio digital donde los ciudadanos de una comunidad política han desarrollado la posibilidad de relacionarse entre sí y deliberar asuntos públicos utilizando el potencial que ofrecen las TIC. Otra manera de entenderla sería como una forma relacional de democracia, articulada con base en la información y la comunicación, empleando medios electrónicos y que, en consecuencia, conforma redes descentralizadas de poder para la toma de decisiones. En lenguaje más sencillo, la e-democracia existe cuando se establecen espacios digitales (redes sociales, plataformas, portales web, etc.) que sirven como canales efectivos para relacionar a gobernantes y ciudadanos en torno a decisiones públicas, mismas que pueden incluir la participación política, las campañas electorales, la aprobación o rechazo de decisiones de gobierno, entre otras.

 

Este concepto se relaciona, aunque no es exactamente similar, al de gobierno electrónico (e-government) o “ciudadanía digital”, los cuales se refieren, respectivamente, a la gestión pública por medios electrónicos o a la manera cívica de conducirse y adaptarse a las nuevas tecnologías. En su lugar, la e-democracia no se limita a la digitalización de trámites, al establecimiento de ventanillas electrónicas o al acceso de información en línea. Más bien, ésta busca ensanchar los márgenes democráticos, haciendo de los espacios virtuales auténticos canales para la participación ciudadana, donde el flujo de información sea interactivo y el papel de los ciudadanos sea considerado para la actividad del gobierno y la rendición de cuentas.

 

El nuevo paradigma de la democracia digital ofrece múltiples ventajas. Destaca, sobre todo, la posibilidad de integrar a millones de ciudadanos en los asuntos públicos, pero también la capacidad ciudadana de participar de manera más inmediata y directa. La existencia de portales de gobierno y de redes sociales empodera a los ciudadanos al permitirles opinar, acceder a información o vigilar el actuar de sus autoridades sin necesidad de intermediarios. Esto supone no solo un cambio cuantitativo en la democracia (más ciudadanos participantes), sino un cambio cualitativo (mayor capacidad de influencia en las decisiones).

 

No obstante, debemos ser conscientes que este paradigma implica diversos retos importantes. Uno de ellos es el de la brecha digital, mismo que está relacionado con el limitado acceso a la tecnología por parte de algunos sectores sociales o el desconocimiento en el uso de las TIC. Otro problema, no menos relevante, es la proliferación de las fake news o la existencia de conductas indebidas en redes sociales.

 

Estas oportunidades y retos deben invitarnos a reflexionar sobre las potencialidades de la democracia digital como un elemento esencial de la actividad política y la participación ciudadana en los años por venir. Autoridades y ciudadanos debemos saber adaptarnos a esta realidad para mejorar los procesos electorales y la participación ciudadana. No parece haber vuelta atrás. La democracia digital es, cada vez más, una realidad.

 

 

 

 

 

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