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Martes, 08 Noviembre 2022 09:00

LECCIONES DESDE BRASIL

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Mucho se ha comentado sobre las recientes elecciones presidenciales en Brasil, en las que Luis Inácio Lula da Silva resultó victorioso con menos de 2 puntos porcentuales sobre su adversario, Jair Bolsonaro (50.9% vs. 49.1%). Entre las diversas lecturas que nos ofrece el proceso electoral brasileño de este año, destaco aquella que pone el énfasis en la importancia de contar con un sistema electoral fuerte y eficiente para salvaguardar la normalidad democrática. Y es que, como observamos, los resultados electorales tan estrechos, aunado al discurso polarizante de Bolsonaro y sus seguidores, colocó en entredicho la capacidad del sistema político brasileño para realizar un traspaso pacífico y constitucional del poder. Lo cierto es que la reciente reunión del vicepresidente electo de Brasil, Geraldo Alckmin, con colaboradores de Bolsonaro para comenzar la transición, disipó los fantasmas de un supuesto golpe de Estado.

 

¿Cómo es posible que, ante un empate técnico, la sociedad brasileña haya respetado los resultados electorales sin consecuencias mayores? Debemos celebrar que la continuidad democrática se haya impuesto en la mayor democracia de nuestro hemisferio. Atestiguar un golpe de Estado o protestas violentas hubiera sido no solo una regresión democrática sino una auténtica tragedia. No obstante, allí radica la virtud del sistema político de Brasil: pese al talante de Bolsonaro y al movimiento que lidera, los cauces institucionales lograron contener el descontento de la derrota.

 

Al respecto, uno de los elementos que más ha destacado de estos comicios es la celeridad con la que las autoridades dieron a conocer los resultados. La eficacia y rapidez de los resultados electorales, obedece principalmente al uso de las urnas electrónicas para emitir y procesar el voto, mismas que han sido utilizadas desde el año 1996. Es decir que en Brasil el uso de las tecnologías de la información para el procesamiento de los datos emitidos por la ciudadanía no es para nada novedoso: su uso y legitimidad es determinante en los procesos electorales.

 

Pero no podemos perder de vista el contexto en el que se inserta la celeridad como factor de legitimidad de las elecciones. Sería inexacto atribuir el éxito del sistema electoral brasileño únicamente al uso de urnas electrónicas. Junto a este elemento, debemos destacar el rol que asumió el Tribunal Superior Electoral de Brasil, máxima autoridad en la materia, en la organización, fiscalización y realización de las elecciones presidenciales, a pesar de los constantes ataques y señalamientos que Jair Bolsonaro profirió contra sus integrantes.

 

Por señalar solo un ejemplo, el Tribunal Superior Electoral de Brasil instrumentó el “Programa Permanente de Lucha contra la Desinformación”, cuyo fin es combatir y reducir los efectos nocivos de la desinformación relacionada con la Justicia Electoral, sus integrantes, instituciones y elementos del proceso electoral. Lo anterior con el objetivo de que se salvaguarde la integridad, credibilidad y legitimidad del proceso electoral.

 

Desde luego este tipo de estrategias, así como la celebrada capacidad tecnológica y logística del sistema electoral brasileño, solo es posible si a las autoridades electorales se les dota de certidumbre jurídica, autonomía política, robustez presupuestal y respeto desde los distintos ámbitos del poder. No perdamos de vista que una autoridad electoral sólida y respetada es la mejor aliada de las fuerzas democráticas, sin importar su signo partidista.

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