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Viernes, 28 Febrero 2025 08:00

El espejo alemán

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Europa todavía no acababa de sacudirse la pólvora de la Segunda Guerra Mundial en 1947 cuando en Alemania salió a la luz el primer número del prestigiado semanario Der Spiegel. Como su nombre lo anunciaba, la publicación —que recién cumplió nada menos que 78 años en circulación— pretendía ser “el espejo” de la vida pública germana. Caracterizada por su rigor periodístico, su vocación académica y su enorme compromiso con los valores democráticos, Der Spiegel se ha convertido en un referente dentro y fuera de su país de origen.

 

Hace unos días, con motivo de las elecciones generales en Alemania que se celebraron el domingo pasado, el semanario colocaba en su portada una pregunta que aún no encuentra respuestas claras: “¿Qué pasa con Alemania? Prosperidad, seguridad, cohesión…”. La columnista Melanie Amann apuntó, en una de las notas principales, que en esta campaña electoral “los alemanes oscilan entre el anhelo de destrucción creativa y el miedo al cambio. Lo peligroso es que la atmósfera cargada beneficia principalmente a Alternative für Deutschland (AfD)”.

 

La preocupación por la democracia alemana, una de las más sólidas del viejo continente, era palpable. Si bien se confirmó la victoria electoral del partido CDU, de talante conservador, pero moderado, no pasa desapercibido el gran avance que logró el partido de ultraderecha AfD. Los números ayudan a clarificar el significado de los resultados electorales: el partido cristiano-demócrata ganador, CDU, alcanzó alrededor del 29% de los votos; no muy detrás, AfD se llevó el 21% de la votación; el partido socialdemócrata SPD perdió el gobierno y se quedó con solo 17% del voto, mientras que Los Verdes, una formación ecologista de izquierda, perdió apoyo y alcanzó únicamente el 12%.

 

Pese a que los partidos tradicionales CDU-SPD formarán una coalición de gobierno con mayorías legislativas, la presencia significativa de la extrema derecha en el parlamento alemán es, acaso, un síntoma de algo más profundo: la crisis de los valores democráticos liberales sobre los que se ha sustentado el paneuropeísmo. Cabe señalar que AfD se ha erigido como un partido radical y abiertamente xenófobo que ha postulado políticas de “remigración”, basadas en la expulsión de personas con base en su origen étnico. Por ello, algunos críticos no han dudado en señalar a esta formación partidista como nacionalsocialista.

 

Lo cierto es que, desafortunadamente, no es la única fuerza política con estos postulados en Europa. Italia o Hungría caminan por un sendero similar, donde la derecha radical ya es gobierno, y Francia podría estar a las puertas de un reacomodo político no visto desde los años de posguerra. Muchas preguntas quedan en el aire. ¿Cómo revertir la fractura social y la crisis de valores cívicos en democracias otrora consolidadas? ¿Debe la democracia reforzar sus “candados” para evitar que fuerzas antidemocráticas asuman el gobierno? ¿Pueden los gobiernos democráticos adoptar agendas radicales para satisfacer las demandas sociales?

 

Alemania se mira en un espejo donde también se refleja buena parte del mundo democrático. Sin duda, podemos extraer lecciones para reforzar la democracia en nuestras latitudes. Hoy más que nunca revisten de suma importancia no sólo las reglas formales de la democracia, sino también las condiciones materiales que favorezcan su consolidación. Solo en valores como la solidaridad, el respeto, la dignidad humana y la libertad podemos fincar una vida democrática.

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