El voto electrónico en México; retos y perspectivas
Escrito por Sandra López Bringas
Una vez que las y los mexicanos hemos cumplido con nuestro deber democrático de votar en la pasada jornada electoral del 6 de junio, eligiendo a quienes serán nuestros próximos gobernantes, toca el turno de reflexionar sobre las lecciones y experiencias que nos dejó lo que hasta el momento ha sido la jornada comicial más grande en la historia de las elecciones en México.
Sobre el particular, en esta ocasión me quiero referir sobre la implementación del voto electrónico en los procesos electorales del país. Esto, ya que el contexto inédito de pandemia nos ha recordado y mostrado la importancia del uso de las tecnologías de la información y comunicación en nuestras actividades diarias; en la escuela, oficina, trabajo, entretenimiento, etc. y en donde la materia electoral no ha sido la excepción. Por ello y ante el avance tecnológico que vive el mundo, hoy más que nunca toca reflexionar sobre la viabilidad de implementar el voto electrónico.
Lo anterior, con la finalidad de establecer nuevas formas de ejercer el sufragio, no sólo como una manera de aprovechar los avances tecnológicos y facilitar la emisión del voto, sino también como un mecanismo para incentivar la participación ciudadana. Y es que en el mundo, y México no es la excepción, existe una tendencia más o menos generalizada hacia la implementación del voto electrónico en sus diversas modalidades, ya sea a través de internet, o bien, mediante urnas electrónicas.
En el caso particular de nuestro país, conviene recordar que ya desde hace tiempo existen diversas pruebas piloto, aunque a la fecha todavía no se haya contemplado expresamente en la legislación electoral nacional el uso vinculante de dispositivos de votación electrónica (salvo en el caso del voto de los mexicanos en el extranjero). Y es que el legislador ha diseñado todo un entramado de recepción del voto que se decanta por la boleta electoral impresa. No obstante lo anterior, los órganos jurisdiccionales del país ya han validado el empleo de las urnas electrónicas para la recepción del sufragio, pues han sostenido en diversas resoluciones que esta modalidad de votación es legal, ya que no vulnera los principios rectores de la función electoral, ni las características del voto.
Las últimas pruebas piloto que se han implementado en el país, han sido los casos de Coahuila y Jalisco en las elecciones de este año; de igual manera, el año pasado se implementaron 94 casillas con urnas electrónicas en las elecciones locales de Coahuila e Hidalgo, en donde la emisión del voto bajo esta modalidad fue vinculante, es decir, contó y se agregó a las preferencias hacia partidos y candidatos. Los resultados de estos ejercicios fueron realmente exitosos, pues se pudo emitir el sufragio con rapidez y sencillez, a pesar de que el grueso de la ciudadanía no está familiarizada con la emisión del voto mediante urna electrónica.
Bajo este contexto, es que estoy convencida de que el gran reto es la implementación gradual y paulatina del voto electrónico, tal vez primero mediante el uso de urnas electrónicas y posteriormente vía internet. Para ello, se tendría que adecuar primero el marco legal, lo que implica en sí mismo otro gran reto pues presupone el acuerdo de las diversas fuerzas políticas para lograr reformar la legislación electoral nacional.
No obstante lo anterior, considero que el camino del voto electrónico ya está de alguna manera trazado. Por ello, debemos transitar hacia su naturalización a fin de implementar la tecnología que permita hacer más sencillas las labores de las mesas directivas de casillas, eliminar errores en el escrutinio y cómputo y captura de resultados, obtener resultados el mismo día de la jornada electoral y, eventualmente, reducir los costos de los procesos electorales. Esto bajo los principios de certeza, legalidad, imparcialidad, objetividad y máxima publicidad, así como de eficiencia y racionalidad.
No debemos perder de vista que el uso de la tecnología constituye la base sobre la cual, actualmente, se sustentan y solventan muchas de las actividades de la sociedad, inclusive, de las actividades propias de los órganos electorales del país. Por ello, el empleo paulatino del voto electrónico (urna electrónica y voto por internet) para garantizar y materializar el derecho humano al voto es técnicamente viable y socialmente deseable; la llamada e-democracia está más cerca que nunca.
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