La regulación de la segunda vuelta electoral en nuestro sistema democrático ha sido sometida a consideración y debate desde 1998, fecha a partir de la cual se han presentado más de 30 iniciativas para reformar la Constitución e implementar esta figura, sobre todo para la presidencia de la República.
Para entender mejor el tema, debemos recordar que en nuestro sistema democrático, para todo cargo de elección popular, resulta electo quien obtenga la mayoría de votos (mayoría relativa). Es decir, sin importar el porcentaje alcanzado, quien más votos obtiene resulta ganador.
Ahora bien, la segunda vuelta electoral consiste en que si en una primera votación ningún candidato obtiene la mayoría absoluta, es decir, el 50% de los votos más uno, quienes hayan obtenido más votos (comúnmente el primero y segundo lugares) se presenten a una segunda votación con la finalidad de que ya sólo entre ambos candidatos, alguno logre dicha mayoría.
La idea de implementar una segunda vuelta en nuestro sistema democrático se volvió sumamente relevante a partir de la elección presidencial de 2006, cuando la diferencia de votos entre el candidato ganador y el segundo lugar fue de apenas 0.58% (233 mil 831 votos). El hecho de que la diferencia fuera tan reducida dio pauta para que se cuestionara la legitimidad con la que gobernaría el candidato electo, y es esta premisa la que da fundamento a las iniciativas que se han presentado recientemente.
En este orden de ideas, se había dado por sentado que si un candidato es electo por mayoría absoluta, su legitimidad es mayor a que si es electo por mayoría relativa. Sin embargo, del estudio realizado por el doctor Fernando Barrientos, La segunda vuelta electoral (2019), se obtienen las siguientes conclusiones destacables: 1. La segunda vuelta electoral por sí sola no aumenta la legitimidad ni crea mejores gobernantes; 2. En los sistemas presidenciales la segunda vuelta es un sistema más bien de eliminación que de elección; 3. De los más de 100 casos latinoamericanos analizados, en el 75% de las ocasiones que hubo segunda vuelta se confirmó el primer resultado y, 4. En los casos que se ha presentado la reversión del resultado (es decir, quien quedó en segundo lugar en la primera votación obtuvo la mayoría absoluta en la segunda vuelta), se han generado situaciones de ingobernabilidad.
De lo expuesto, es posible deducir que la segunda vuelta electoral no es una figura indispensable para dotar de legitimidad a quien ocupe la presidencia, pues los factores de legitimación van más allá de la votación. Además, tomando en cuenta el caso latinoamericano, la segunda vuelta incrementaría el costo de las elecciones, circunstancia que ha sido fuertemente criticada.
Por supuesto, debemos valorar que nuestra democracia descansa sobre un sistema perfectible y, en este sentido, las propuestas para mejorarlo deben hacerse desde una perspectiva histórica y de condiciones objetivas, no por una simple cuestión de oportunismo.
Conéctate