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Jueves, 30 Octubre 2025 09:00

Milonga de la motosierra

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El reciente triunfo del oficialismo argentino confirmó una tendencia que recorre buena parte de América Latina: el fortalecimiento de proyectos de derecha que combinan discurso antisistema con pragmatismo económico. La nueva melodía política apostó por la ortodoxia y el mercado, aunque a costa de una mayor dependencia de ritmos extranjeros.

 

La elección del domingo pasado dejó tres hallazgos clave. El primero fue su resultado. Con más de 40% de los votos, el oficialismo se impuso en dos de cada tres provincias y amplió su representación en el Congreso. El tamaño del triunfo sorprendió a quienes, tras la victoria peronista de hace apenas unas semanas, veían inminente el regreso de la izquierda al poder. La democracia, una vez más, recordó que los resultados nunca son definitivos y las derrotas pueden revertirse

 

Hay razones de fondo que explican el respaldo al proyecto de La Libertad Avanza. Javier Milei recibió un país con una inflación desbordada y logró reducirla a tasas más razonables. También aplicó su icónica política de la “motosierra” para contraer el gasto público, con lo que contuvo un déficit fiscal que había vuelto inmanejable la economía.

 
 

Esa estrategia, sin embargo, no ha estado exenta de costos. El achicamiento del sector público y la desaceleración económica han provocado tensiones sociales. Además, el modelo cambiario obliga al gobierno a vender divisas constantemente, comprometiendo las reservas internacionales y la estabilidad de largo plazo.

 

Es ese entorno el que explica el impacto del apoyo estadounidense sobre el electorado. Trump condicionó al triunfo oficialista el intercambio de 20 mil millones de dólares y a la compra directa de pesos argentinos. Si bien el cumplimiento de esa declaración es incierto, la coordinación entre ambos gobiernos no pasó inadvertida. Esto podría sugerir una visión de la política exterior guiada por la rentabilidad más que por la ideología.

 

A su vez, el resultado electoral confirma que el proyecto de Milei conserva un respaldo significativo, sobre todo entre las juventudes. Diversos estudios muestran que esta generación es crecientemente conservadora y que encuentra atractivo un discurso que promete romper con la política tradicional, tras décadas de frustración económica y desgaste institucional.

 

 

El segundo hallazgo es la baja participación: un tercio del electorado se abstuvo, marcando la tasa más baja en cuatro décadas. Incluso en países con voto obligatorio, se consolida una tendencia preocupante: proyectos ideológicos fuertes en contextos de participación debilitada.

 

El tercer hallazgo alude a la autenticidad del sufragio. Pese a las dudas iniciales, la boleta única en papel funcionó de manera adecuada: los votos válidos superaron el 97%. Esto demuestra que la ciudadanía está dispuesta al cambio cuando las reglas son claras y la pedagogía electoral acompaña la transición.

 

El laboratorio argentino reabre la discusión sobre el papel del mundo exterior en la formación de las preferencias políticas. En una era globalizada, cualquier persona está expuesta en tiempo real a narrativas internacionales que moldean su percepción. De ahí la relevancia de contar con instituciones electorales sólidas e independientes, capaces de garantizar que la voluntad ciudadana sea la que decida cuándo refrendar y cuándo corregir el rumbo político de cada nación.


 

Porque la política latinoamericana, como una vieja milonga, cambia de ritmo sin perder la melodía. Hoy Argentina marca su propio compás: una derecha que corta con fuerza, pero que deberá aprender a escuchar el paso de su ciudadanía antes de que la música se detenga.

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