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Viernes, 24 Octubre 2025 08:00

Dama de hierro en tierra de Samuráis

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El simple hecho de que una mujer haya alcanzado la jefatura de Gobierno rompe paradigmas

 

Por primera vez en su historia, Japón tiene a una mujer al frente del gobierno. Sanae Takaichi fue elegida primera ministra, unas semanas después de ser designada presidenta del Partido Liberal Democrático (PLD), la fuerza que ha gobernado el país desde 1955.

 

Su ascenso representa una ruptura simbólica en una sociedad donde la representación política femenina apenas alcanza 16% del Parlamento y donde la brecha de género todavía es una de las más amplias del mundo desarrollado. Para entenderlo desde una perspectiva comparada, Japón ocupa el lugar 118 de 148 países en el Reporte sobre Brechas de Género del Foro Económico Mundial.

 

No obstante, desde el pragmatismo de la política económica, Takaichi es una mujer de derechas. Expresa un nacionalismo duro y se presenta como “la dama de hierro japonesa” y como heredera política del fallecido primer ministro Shinzo Abe. Apuesta por una política fiscal expansiva y por aumentar el gasto militar.

 

Aunque el feminismo se presenta y materializa de distintas formas en el espectro ideológico, la Primera Ministra no destaca por defender políticas progresistas. Se opone a permitir que las parejas casadas mantengan apellidos distintos y rechaza la sucesión femenina en la familia imperial. Ambas cuestiones dividen profundamente a la sociedad japonesa, donde las mujeres enfrentan aún obstáculos estructurales para combinar vida profesional y familiar. 

 

Por eso no es de extrañar que la llegada de Takaichi haya provocado sobresaltos. Su elección como lideresa del PLD provocó la ruptura con Komeito, su socio electoral durante más de un cuarto de siglo. Este partido de raíces budistas se sintió incómodo con la línea nacionalista de la nueva Primera Ministra, lo que la obligó a recomponer la mayoría con un partido conservador (Ishin), que comparte su agenda de seguridad. 

 

Más allá de su línea ideológica, la llegada de una mujer al cargo más alto del país tiene un enorme valor simbólico. Japón ocupa los últimos lugares del G-7 en participación política femenina, liderazgo empresarial y brecha salarial. 

 

En este contexto, el simple hecho de que una mujer haya alcanzado la jefatura de gobierno rompe paradigmas y visibiliza que las mujeres pueden ocupar los espacios de poder. Su liderazgo, sin embargo, envía mensajes contradictorios. Aunque su perfil conservador la ha llevado a lanzar mensajes duros contra la inmigración, algunos grupos progresistas han reconocido el valor de que hable abiertamente sobre temas tabúes en la política japonesa, como la menopausia y la salud femenina.

 

El ascenso de Sanae Takaichi refuerza que la representación importa, incluso cuando ésta no ha pasado de simbólica a sustantiva. Su presencia al frente del gobierno japonés envía un mensaje poderoso: las mujeres pueden ocupar todos los espacios de toma de decisiones, incluso en culturas altamente jerarquizadas y patriarcales. 

 

Pero el acceso al poder no garantiza la transformación de las estructuras de género. Sin políticas concretas —desde la paridad electoral hasta la corresponsabilidad doméstica— la igualdad no pasará del papel a la realidad. 

 

La historia de Sanae Takaichi es la de una mujer que ascendió en un entorno político que, hasta hace poco, parecía impenetrable para las mujeres. Su liderazgo se inscribe en una larga lucha contra la exclusión, pero también refleja las contradicciones de un país que sigue debatiéndose entre tradición y modernidad. Su figura obliga a reflexionar sobre la igualdad, pues ésta no avanza sólo con símbolos, sino con estructuras que reconozcan la diversidad y el talento de las mujeres en todos los ámbitos.

 

 

POR AMALIA PULIDO

PRESIDENTA DEL INSTITUTO ELECTORAL DEL ESTADO DE MÉXICO

@PULIDO_AMALIA

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