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Viernes, 15 Agosto 2025 08:00

La guerra por el mapa electoral

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Otras naciones no recurren a procedimientos tan sofisticados, lo que suele generar distritaciones a modo, que tienen el objetivo de beneficiar a alguna fuerza política.

 

La geografía electoral mexicana funciona adecuadamente. Periódicamente el Instituto Nacional Electoral revisa los trazos distritales para garantizar que en cualquier lugar del territorio el sufragio de todas las personas tenga un poder de decisión equivalente. No sólo se busca que tengan tamaños poblacionales similares, también se evalúa la conectividad, compacidad y población indígena, entre muchos otros criterios técnicos. Ello permite construir escenarios óptimos que difícilmente pueden ser cuestionados, ya que parten de información objetiva y verificable.

 

Otras naciones no recurren a procedimientos tan sofisticados, lo que suele generar distritaciones a modo, que tienen el objetivo de beneficiar a alguna fuerza política, incrementando artificialmente la representación de algún grupo poblacional específico. Esta práctica conocida como gerrymandering, en remembranza del Gobernador Gerry que en 1812 propuso para Massachusetts polígonos en forma de salamandra para restar representación a sus opositores, fue motivo de atención hace unos días en el estado de Texas.

 

Congresistas republicanos del estado de la estrella solitaria intentaron aprobar un nuevo mapa de distritos electorales que les daría 5 escaños adicionales en la Cámara de Representantes. La maniobra es clara: fortalecer zonas donde Trump arrasó en la última elección presidencial y diluir la fuerza del electorado demócrata.

 

La respuesta de la oposición ha sido inédita. Las y los legisladores azules abandonaron el estado para impedir el quórum necesario y frenar la votación. La escena de representantes huyendo para evitar ser arrestados por órdenes del gobernador Abbott retrata la crudeza de la carrera por el control del Congreso en 2026.

 

Pero esta vez la indignación trascendió Texas. California y Nueva York, ambos bastiones demócratas, han puesto sobre la mesa planes para responder con la misma moneda. Newsom, gobernador de California propone que en su estado se redibujen los distritos para eliminar hasta cinco escaños republicanos. En Nueva York, la gobernadora Hochul estudia una reforma similar. El mensaje es inequívoco: si el partido republicano manipula el mapa en Texas, el demócrata lo hará en sus territorios para neutralizar cualquier ganancia.

 

En el pasado, ambos partidos han recurrido al gerrymandering. Lo que cambia ahora es el nivel de confrontación, el descaro con el que se reconocen las intenciones y la coincidencia de que se hace a mitad de ciclo, sin el respaldo de un censo reciente. Todo en un clima político especialmente polarizado.

 

La Corte Suprema de Estados Unidos cerró en 2019 la puerta a que los tribunales federales revisen si la redistribución de distritos es equitativa. Esto dejó la cancha abierta para que cada estado, según sus leyes y su correlación de fuerzas políticas, trace los mapas a conveniencia. Algunos, como Michigan o California antes de esta crisis, optaron por comisiones independientes para limitar abusos. Otros, como Texas, lo dejan en manos del gobierno estatal. El resultado es una geografía electoral que no refleja necesariamente la diversidad de su ciudadanía, sino la ambición política de quienes gobiernan en ese momento.

 

Estados Unidos se encuentra atrapado en un dilema que sus padres fundadores no previeron: la democracia representativa puede vaciarse de competencia real sin que se rompa ninguna ley. La batalla por el mapa es una lucha por la esencia misma de la representación. Mientras cada bando vea en el gerrymandering una herramienta legítima de supervivencia, el electorado seguirá pagando el costo de un sistema que dibuja las reglas democráticas en detrimento de la pluralidad.

 

 

POR AMALIA PULIDO

PRESIDENTA DEL INSTITUTO ELECTORAL DEL ESTADO DE MÉXICO

@PULIDO_AMALIA

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