Bajo este entendido, en las últimas décadas ha cobrado vigencia el concepto de “integridad electoral”. Éste se refiere al grado de apego de cada elección a tratados
En la actualidad, la logística de las elecciones es compleja y requiere tramos de control en cada etapa para garantizar que los comicios tengan una calidad suficiente para imprimir confianza a la ciudadanía y legitimidad a las personas ganadoras.
Lo cierto es que la idea misma de la “calidad de las elecciones” ha cambiado con el tiempo. Esto obedece no sólo a las diferencias entre las escuelas de pensamiento, sino también al momento del proceso electoral que se analiza e inclusive, al grado de exigencia sobre su sofisticación.
Bajo este entendido, en las últimas décadas ha cobrado vigencia el concepto de “integridad electoral”. Éste se refiere al grado de apego de cada elección a tratados y estándares internacionales. Se revisa todo el ciclo electoral, desde la formación de leyes y la convocatoria a elecciones, hasta el proceso electivo mismo y sus resultados.
Un proyecto muy ambicioso es el del Electoral Integrity Project (EIP), fundado en 2012. Este esfuerzo académico emite reportes anuales en donde analiza si las elecciones del año en cuestión empoderaron a la ciudadanía y fomentaron la democracia. Sus valoraciones se nutren de las opiniones expertas de académicos locales en cada país.
El Informe más reciente del EIP es fundamental porque analiza los procesos electorales de 2024: año en el que el mayor número de personas acudió a las urnas en toda la historia. De acuerdo con International IDEA, se emitieron más de 1,652 millones de votos.
Un hallazgo clave del informe es que, a pesar de los múltiples cambios políticos en todo el mundo, no se observa una mejora ni un deterioro sostenido en la calidad electoral global durante los últimos 13 años. Entre 2012 y 2024, los índices de integridad electoral han mostrado variaciones importantes a nivel nacional, pero sin una tendencia global clara.
Este estancamiento estructural implica que, aunque algunos países han avanzado, otros han retrocedido de manera simultánea, anulando los efectos positivos a escala global.
No se pueden echar campanas al vuelo. Particularmente, el 2024 prende alarmas porque 33 países que celebraron elecciones retrocedieron en sus niveles de integridad, mientras que sólo 21 mejoraron. Las y los expertos señalaron problemas como la politización de los organismos electorales, restricciones al acceso al voto, manipulación de distritos, uso indebido de recursos públicos y desinformación masiva.
Resulta interesante que los niveles de avance en la integridad electoral no dependen de la antigüedad de las democracias. En Reino Unido, la introducción del requisito de identificación con fotografía provocó barreras nuevas al voto, especialmente entre jóvenes, personas mayores y minorías étnicas.
En contraste, Ghana mostró mejoras sustantivas. A pesar de una contienda reñida, las elecciones fueron bien organizadas, con una alta participación y mejoras en la administración electoral.
El informe enfatiza que los componentes más débiles del ciclo electoral siguen siendo el financiamiento de campañas y el entorno mediático, donde prevalecen la opacidad, la desproporción de acceso y el sesgo informativo. A ello se suma una nueva normalidad: la desinformación digital, que contaminó al menos 8 de cada 10 elecciones monitoreadas.
En cada rincón del planeta, hay funcionarias honestas, jueces comprometidos, periodistas valientes, ciudadanas que vigilan casillas, jóvenes que debaten en las aulas. Defender la integridad electoral no es tarea exclusiva de las autoridades; es una labor compartida. Hoy más que nunca, las instituciones y la sociedad civil deben asumir el compromiso de proteger la democracia.
POR AMALIA PULIDO
PRESIDENTA DEL INSTITUTO ELECTORAL DEL EDOMEX
@PULIDO_AMALIA
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