Pero el tema dio un giro inesperado. Macron reconoció públicamente el mensaje que el electorado había enviado con una votación adversa a su partido y – sin que haya ley que lo exija – ordenó convocar a nuevas elecciones en la Cámara Baja. La Constitución francesa dicta que en estos casos extremos, se debe convocar a elecciones en un plazo de 20 a 40 días. Se optó por el plazo más corto.
La decisión tomada por el Presidente ha sido objeto de numerosos análisis, pues parecería ir contra los intereses de la coalición gobernante. Esto es así no sólo porque llama a elecciones justo en el momento en que la extrema derecha parece tener la mayor fuerza en toda su historia.
Reagrupamiento Nacional abandera numerosas propuestas antiinmigrantes, además de ir decisivamente en contra de políticas emblemáticas del partido en el gobierno. A la riesgosa coyuntura política debe añadirse el hecho de que el principal candidato de la coalición de Le Pen tiene apenas 28 años y ha logrado crear en redes sociales un mensaje fresco que cautivó al electorado joven.
Pero la elección no será a duplas. Frente al crecimiento de la coalición derechista, los partidos de izquierda también se agruparon en un Nuevo frente Popular, cuya fuerza se estima pueda alcanzar hasta un 28%.
Agrupa a socialistas, comunistas, verdes y cuenta con importantes apoyos de intelectuales.
Si bien la apuesta del Presidente Macron podría parecer irracional, hay un aspecto del sistema electoral francés que puede resultarle estratégico. En ese país no hay diputaciones por el principio de proporcionalidad. Las y los 577 diputados serán electos por mayoría simple en sus respectivos distritos. La elección es a dos vueltas, de manera que es posible que el centrismo venza a los extremos, en caso de colarse al ballotage.
Pero, ¿cómo funciona una elección congresional de dos vueltas? En el caso francés, ganará en primera ronda aquella candidatura que obtengan más del 50% de los votos emitidos y que representen, al menos, el 25% del voto del electorado. Si ninguna de las opciones logra ese umbral, se celebrarán comicios al domingo siguiente, es decir el 7 de julio. Podrán competir en estos últimos todas aquellas opciones que hubieren obtenido el 12.5% de la votación. Resultará electa la persona que obtenga la mayoría simple de los votos. El sistema, entonces, podría ser útil para explicar la arriesgada apuesta de Macron.
Más allá del juego estratégico que envuelve la elección francesa del próximo domingo, el proceso tiene méritos por su enorme celeridad. Pasan apenas 20 días entre la convocatoria y la jornada electoral, serán siete los días que transcurren entre una fecha de votación y la segunda ronda.
Esta enorme agilidad se logra eliminando etapas que serían impensables para los sistemas electorales latinoamericanos, pero encuentran razonabilidad en contextos europeos. Así, por ejemplo, los funcionarios de casilla son directamente seleccionados por los municipios, sin sorteo o capacitación previa. La justicia electoral puede transcurrir después de que se haya llevado a cabo la elección. Serán campañas de acaso dos semanas.
Las elecciones del próximo domingo darán cuenta si hubo racionalidad estratégica en la decisión de convocar a nuevas elecciones o si – parafraseando la aventura del clásico autor francés - la política dará una vuelta completa en apenas 20 días.