En primer término, porque pone de relieve la importancia que los sistemas electorales tienen para los resultados
Ayer se celebraron elecciones en Reino Unido, una de las más esperadas en el año. Como anticipaban las encuestas, el Partido Laborista obtuvo una enorme cantidad de escaños en la Cámara Baja de su Parlamento (410), suficientes para formar gobierno sin la necesidad de generar alianzas adicionales. Más allá de la importancia que para la geopolítica internacional tienen los comicios de la sexta economía del planeta, los resultados de la elección son interesantes por tres razones.
En primer término, porque pone de relieve la importancia que los sistemas electorales tienen para los resultados. La Cámara de los Comunes se compone de 650 escaños, cada uno de los cuales corresponde a una determinada circunscripción. Los partidos postulan una candidatura en cada una de esas demarcaciones. Obtiene la victoria aquel que obtenga la mayoría de los sufragios, independientemente del nivel de votación. Emulando a las carreras de caballos, la literatura especializada ha descrito a este sistema como que gana quien pase primero la meta, first-past-the-post.
En su forma más pura este sistema suele generar problemas de desproporcionalidad. Es decir, en muchos casos los partidos obtienen un porcentaje de asientos en el Parlamento distinto de la proporción de votos alcanzada. Los resultados oficiales de las próximas horas permitirán conocer la distancia entre una y ora cifra.
La historia es rica en ejemplos. En 2019, por citar alguno, a los conservadores les bastó con el 41% de los votos para obtener el 58% de los escaños. En 2015 ocurrió el ejemplo inverso, con el 13% de la votación al partido independentista le alcanzó apenas para un escaño (0.15%). Se han presentado varias reformas para corregir el problema de desproporcionalidad, pero ninguna ha prosperado porque en la experiencia británica el sesgo siempre ha beneficiado a los partidos mayoritarios.
Un segundo aspecto a analizar es el viraje político que dio Reino Unido en su 58ª elección desde que se estableció el voto universal. El resultado pone fin a catorce años de gobiernos emanados del Partido Conservador. De confirmarse los resultados, será la peor derrota para los tories en 200 años.
En el centro de la explicación está, por supuesto, la enorme inestabilidad política que generaron los escándalos políticos (Johnson) y las crisis financieras (Truss) provocadas por primeros ministros/as emanados de sus filas.
Pero la hipótesis más extendida señala que el cambio tan estrepitoso en las preferencias políticas obedece a un incremento significativo en el costo de la vivienda, palpable a partir de la guerra entre Rusia y Ucrania. Además, los servicios públicos de salud están siendo insuficientes para atender la demanda, de manera que muchas personas británicas quedan sin atenderse en las salas de emergencia.
En la victoria Laborista cuenta también la historia personal de Keir Starmer. A diferencia de otros políticos profesionales que han liderado su movimiento, el próximo Primer Ministro es un jurista consagrado en otras áreas, principalmente en la defensa de los derechos humanos. Llegó al Parlamento apenas en 2015, por lo que su slogan de campaña “cambio” resultó coherente en la voz de un personaje percibido como externo. Cabe recordar que Jeremy Corbin – ícono del laborismo – obtuvo en la pasada elección poco menos de la mitad de asientos en el Congreso que los alcanzados este año.
En tercer término, la victoria de Starmer debe ser entendida en su contexto de cambio. En apenas un ciclo parlamentario el Laborismo pasó de una humillante derrota a mejores números que los alcanzados por Tony Blair en su mejor momento. El candidato no recurrió a extremos ideológicos o propuestas populistas. Fue la necesidad de cambio la que encontró cabida en la propuesta esperanzadora del candidato Laborista y, a la postre, le di la victoria. Quizás es esa misma sed de cambio la que explica el inusitado resultado que hace unos días alcanzó Marine Le Pen a 200 millas de distancia, sin importar que una y otra victoria sean de signos políticos diametralmente opuestos.
En política ninguna derrota es permanente. Siempre es posible remontar.
POR AMALIA PULIDO
PRESIDENTA DEL INSTITUTO ELECTORAL DEL ESTADO DE MÉXICO
@PULIDO_AMALIA
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