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Jueves, 05 Diciembre 2024 06:00

LA ESTRATEGIA NACIONAL DE EDUCACIÓN CÍVICA 2024-2026. HACIA LA CONSTRUCCIÓN DE UN HABITUS CIUDADANO

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En la anterior entrega establecimos que la participación política ciudadana trasciende la emisión del voto para la elección de sus representantes políticos en los tres niveles de gobierno, pues contempla el involucramiento ciudadano de manera integral y holística, en ámbitos vinculados con la rendición de cuentas, el cumplimiento de promesas de campaña, así como el ejercicio transparente de los recursos públicos.

 

La ciudadanía integral (INE, 2017, ENCCÍVICA), supone pues, que las personas se encuentren inmersas no sólo en su contexto, sino en su realidad, la cual nos demanda una convivencia social democrática en la que se encuentren garantizadas las condiciones suficientes para el ejercicio de los derechos y satisfacción de necesidades de vida.

 

En este contexto, el Instituto Nacional Electoral (INE), el Instituto Electoral del Estado de México (IEEM) y la suma de alianzas estratégicas, representan un papel esencial para consolidar una estrategia de amplio calado encaminada a la construcción de ciudadanía integral. A esta estrategia se le ha denominado Estrategia Nacional de Educación Cívica denominada “ENCÍVICA 2024-2026 y tiene como objetivo general aumentar el nivel de conocimientos sobre los derechos, responsabilidades y funcionamiento del gobierno, así como desarrollar habilidades para la participación activa de la sociedad mexiquense.

 

De igual forma, esta estrategia se fundamenta en la implementación y la coordinación de acciones que hagan frente a los retos que limitan la participación ciudadana y obstaculizan el desarrollo de una ciudadanía en el ejercicio de sus derechos políticos más allá de los electorales (INE, 2024, ENCÍVICA).

 

La ENCIVICA tiene dos objetivos específicos: implementar procesos formativos de educación cívica e incentivar la participación electoral y no electoral; los cuales se cimentarán en dos ejes estratégicos. La formación, centrada en la educación, la enseñanza de habilidades cívicas, la promoción y comprensión del ejercicio de los derechos y las responsabilidades de la ciudadanía; y la participación, enfocada en fomentar el involucramiento de la ciudadanía en los procesos políticos que impactan su vida cotidiana y la de su comunidad.

 

La estrategia establece que la implementación de las acciones establece cuatro elementos transversales que permitan garantizar: 1) la inclusión, 2) la equidad, la eficacia e igualdad de género; 3) la interseccionalidad; y, 4) la no discriminación e innovación tecnológica.

 

Centrémonos en el primer eje estratégico, la formación. Cuando hacemos referencia a este concepto, reconocemos que se trata de una acepción polisémica con diversos significados ya que cuenta con múltiples referentes teóricos, algunos afines y otros opuestos. Hablar de formación, implica trabajar desde una categoría de larga polémica a nivel epistemológico, filosófico y social.

 

Para el caso que nos ocupa, la formación hace referencia a un proceso complejo que necesita la vinculación de tres aspectos. 1) Los sujetos que cumplan el proceso, es decir, la ciudadanía. 2) Un punto de partida, como lo es la ENCÍVICA 2024-2026, cómo política pública que atiende, una o más problemáticas sociales. 3) Una fase final, que permita el seguimiento y evaluación del logro de competencias cívicas ciudadanas, es decir, los resultados de la implementación de esa política pública.

 

Por lo tanto, diríamos que la formación de competencias ciudadanas se entiende como un proceso que adquirirá sentido, en primera instancia por las y los ciudadanos; después, por las prácticas que se desarrollen durante su inclusión y participación en una estrategia y programa de actividades y, por último, su participación en actividades macro que involucren su participación, la de su comunidad, localidad, municipio o entidad federativa.

 

La suma de estos elementos, permitirán la construcción de un habitus ciudadano (Bourdieu, 2012)[1]; es decir, un proceso formativo continuo que permita que desde la niñez y la adolescencia, se desarrollen en los individuos un conjunto de conocimientos y actitudes indispensables para participar e involucrarse en la resolución de sus problemas comunes. Este habitus ciudadano, tendrá que fundamentarse desde una renovada base cívica, responsable, equitativa e incluyente.

 

La formación cívica será posible en la medida en que los actores políticos y sociales, y como coadyuvantes, las instituciones electorales instrumenten, desarrollen y evalúen su estrategia y objetivos; impulsando sus códigos, las costumbres, las formas de interacción, las formas de reproducción de valores, así como la convergencia de los capitales simbólicos y culturales en favor de la construcción de la y el ciudadano integral, participativo e interesado en las problemáticas de su localidad.  Todo ello conformará éste habitus.

 

Por último, al hablar de un proceso de formación cívico, será necesario reflexionar sobre las prácticas diferenciadas (por nivel educativo y de acuerdo con el desarrollo cognitivo) para lograr el impacto simbólico como formación de valores y conductas cívicas.  En este sentido, las prácticas serán producto del habitus cívico, y a su vez este será el resultado de la incorporación y asimilación que hará la ciudadanía del capital simbólico disponible en nuestro campo de referencia: La participación ciudadana en los ámbitos político y electoral.

 

Lograr nuestro objetivo de formación ciudadana integral, depende de los compromisos individual y colectivo para fomentar prácticas que abonen a la preservación de la democracia como modelo de colaboración política en el futuro inmediato, y también en el de largo plazo.

 

[1] Bourdieu, P. (2012). Bosquejo de una teoría de la práctica. Editorial Buenos Aires. Prometeo Libros.

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