Las mujeres en nuestro país han sido históricamente marginadas de la actividad política formal, a pesar de representar poco más de 50% de la población total mexicana; y aun cuando en épocas recientes se han generado cambios ideológicos y normativos en términos de género, es claro que las mujeres siguen desarrollándose en contextos donde aún imperan la exclusión y la desigualdad.
En México, la participación política de las mujeres ha tenido grandes avances, no obstante, esto no ha sido una labor fácil ni es algo terminado, pues para alcanzarla, las mujeres han tenido que enfrentar y superar distintos obstáculos, tales como discriminación, encasillamiento en labores domésticas, competir por lugares o puestos, ser madres o profesionistas, tratar de fusionar su vida personal y social y que eso no intervenga en su desempeño profesional; a diferencia de los hombres –que históricamente– nunca se han preocupado por esas situaciones.
El avance más importante –después del derecho al voto– para las mujeres, son las reformas que amparan la paridad de género, pues parte de los obstáculos que tiene una mujer para acceder a un cargo público son los desequilibrios en la imposición de los mismos, ya que muchas veces las mujeres eran utilizadas como peones sacrificables, cediendo sus puestos gubernamentales a hombres.
La paridad de género, dicho de otra manera es un principio constitucional que se refiere a la participación equilibrada, justa, y legal, que asegura que al igual que los hombres, las mujeres en toda su diversidad tengan una participación y representación igualitaria en la vida democrática de nuestro país; gracias a ello podemos encontrar un mayor número de mujeres ejerciendo cargos políticos; claro ejemplo fue que en el proceso electoral que acabamos de vivir el 2 de junio solamente tuvimos 3 candidatos a la presidencia del país, siendo 2 mujeres quienes encabezan dicha contienda, y como ya es bien sabido, por primera vez en la historia de México la persona que resultó electa es mujer.
Por lo que respecta a nuestra entidad, es importante resaltar que –además de tener la primer gobernadora mujer en territorio mexiquense– de los 125 ayuntamientos del Estado de México, el pasado 2 de junio solo 54 planillas encabezadas por mujeres ganaron, destacando entre ellos Ecatepec, Ixtapan de la Sal, Malinalco, Almoloya de Alquisiras, Coyotepec, Jocotitlán, Tianguistenco y Tenango del Aire. La importancia de hacer mención de ello deviene de que eran municipios que históricamente siempre habían sido encabezados por hombres; por otro lado, Otumba, Calimaya, Tejupilco, Cocotitlán, Ozumba, Temascalapa, Coatepec Harinas, Tepetlixpa, Atizapán, Ocuilan, Xonacatlán, Xalatlaco, San Martín de las Pirámides, Valle de Chalco Solidaridad y Tonanitla son los únicos municipios mexiquenses en los que falta lograr la alternancia de género en el titular de la alcaldía.
Por lo que respecta a la equidad en la repartición de los ayuntamientos, aún hay mucho en qué trabajar, ya que 54 municipios solo es el 43.2% del total; y para el siguiente proceso electoral debe haber otras medidas por parte de las autoridades, así como de los partidos políticos para logar obtener ese 6.8% que nos sigue haciendo falta para que las mujeres logren detentar el poder paritariamente en nuestro Estado de México.
En cuanto a los 75 curules que conforman la Cámara de Diputados del Estado de México, 38 serán ocupados por mujeres y 37 por hombres; lo que acredita una legislatura paritaria después de un largo análisis y reajustes que realizaron las consejeras y el consejero del Consejo General del Instituto Electoral del Estado de México para acatar el mandato de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación en el precedente SUP-REC-1524/2021 para que, cada legislatura –al estar conformada por número impar– sea alternada en cuanto a mayormente hombres o mujeres. Ésta Sexagésima Segunda Legislatura corresponde a las mujeres, lo que de cierta manera comienza a saldar la deuda histórica que se tiene con los derechos político electorales de las mujeres; aunque ello no significa que el trabajo está realizado y ya no debemos proteger, defender y salvaguardar dichos derechos, pues han sido años de invisibilizarlas en la política haciendo mención de que solo sirven para lo que socialmente nos fue enseñado por las generaciones pasadas, lo que constituye violencia política en razón de género.
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